Autor:
Freferick Knott. Versión de José López Rubio.
Intérpretes:
Jaime Blanch, Remedios Cervantes, Ramón Pons,
Manuel Navarro,
Ángel Amorós, Trujillo Garrido.
Escenografía:
Escenarios Virtuales.
Dirección:
Valentín Redín.
Teatro:
Real Cinema. (22.3.2000)
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Otra de suspense
Esta
es, en realidad, la historia de una llave: lo saben muchos espectadores, porque
la versión cinematográfica de Hitchcock -que el maestro hizo sobre la obra
teatral- es sobradamente conocida. Lo cual es una rémora para esta clase de
teatro de suspense, como en natural, porque conocer el desenlace es destripar
la trama y convertir a todos los espectadores y críticos sobre cómo se interpretará
o cómo se contará la historia. Espectadores que, al parecer, acuden cada vez
más a ver este género de teatro, estas intrigas del teatro de la felicidad (la
adaptación es del gran comediógrafo José López Rubio, uno de los representantes
de lo que vino en llamarse “comedia feliz”).
Como en tantas tramas de este género, el
interés viene suscitado por el perverso hecho de que hay un móvil con el que,
de alguna manera, el espectador se identifica, como si todos fuéramos unos asesinos en potencia. El
objetivo aquí es una esposa dispuesta al engaño con un antiguo amor, en un
hogar conservador y sin más problemas de las que el matrimonio se crea, aunque el marido, por fuerza, debe
fracasar en el proyecto del crimen –en el que inmiscuye como ejecutor un vecino
farsante, al que convence entre el chantaje y el dinero-, y se sustenta también
en un interés económico. Este último aspecto es el que permitía a Hitchcock su
peculiar guiño, y que hacía comprender de que no hay crimen perfecto, dentro de
sus desenlaces finalmente moralistas. Lo cual no deja tampoco de pertenecer a
ese teatro feliz al que aludíamos, a esa escena cuya preocupación es únicamente
procurar momentos gratos, antes o después de la cena del fin de semana con los
amigos.
El resultado general de esta puesta en
escena es correcto. Un buen decorado, una acertada dirección, y una
interpretación discreta. Destaca en ella, como es natural, Jaime Blanch, que da
eficacia a su personaje, e incluso Remedios Cervantes, la modelo convertida en
actriz, que dentro de su convencionalismo supera al resto del reparto, que, en
algunos casos, con nombres que no vale la pena mencionar, quienes hace aguas
ostentosamente.
Enrique
Centeno
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