Autor:
Nikolái Gógol.
Versión de Miguel del Arco.
Intérpretes:
Fernando Albizu, Jorge Calvo, Manolo Caro,
Gonzalo de Castro, Pilar
Castro, Javier Lara, Juan Antonio
Lumbreras, Raúl Márquez,
José Luis Márquez, Chiaki
Mawatari, Patxi Pascual,
Ángel Ruiz, Macarena Sanz,
Manuel Solo, José Luis
Torrijo.
Escenografía: Eduardo Moreno.
Vestuario:
Beatriz San Juan.
Iluminación: Juanjo Llorens.
Música: Arnau Vilà.
Dirección:
Miguel del Arco.
Teatro:
Valle-Inclán (Centro Dramático Nacional).
(4.5.2012)
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Los ladrones de hoy
Antes de
comenzar las conversaciones, irán llegando los invitados a la recepción del
Alcalde. Impecables fracs y vestidos, acuden desde el patio de butacas,
saludando cordialmente a los más cercanos espectadores: es como una
pasarela de alfombra donde nos hemos
acercado por curiosidad, cotilleo o admiración de la riqueza política. Porque
allí van recibiendo el regidor y su esposa, al Juez, a los ministros, el Jefe de
Policía, concejales, banqueros o empresarios de este pueblo. Ya entre las copas,
con felices encuentros y cínicos saludos, anuncia el Alcalde (Antoevich Svosniar-Dmujanovski, nombre del
original, y que en castellano podría ser igual a Manuel o Mariano; juraríamos que
no escuchamos ningún nombre ruso, y se utilizan sus cargos exceptuando a Ana, la
esposa, a la hija, María, y a la criada “Oli”: lo hace el actor José Luis
Torrijo, que se duplica en el Jefe de Policía y nos desternillamos) cuál es el
verdadero motivo de la cita: “Los hemos reunido aquí, señores, para
comunicarles una noticia desagradable. Nos ha sido enviado un inspector” (más o
menos).
Será
nece- sario orga- nizar el agasajo a este pode- roso envia- do cuya noticia causará el pánico, la ambición por alcanzar
puestos y beneficios económicos. Lo peor es que saben también que llegará
incógnito. ¿Quién será este esperado Inspector?. ¿Tal vez la portavoz o el
Presidente del partido de la Comunidad o la Región a la que pertenece aquel dominado
lugar?. Todos a investigar. Puede mirarse en el programa de mano qué actor lo interpretará en
este formidable reparto.
La versión de
Miguel del Arco es casi lógica. Conocido como actor y autor de algunos textos –El manual de la buena esposa, en cartel- se ha convertido en un excelente
director. Nikolái Gógol (1809-1852)
escribió El inspector (1936) mirando
alrededor del la podrida sociedad; estas cosas indignaron entonces a la
burguesía rusa. Es ese realismo, cruel, irónico, satírico y malvado. El propio
testimonio –nada simbólico- que igual sigue sucediendo, y que hoy el azogue de los espejos son las propias
imágenes que cada día vemos en sus fotografías.
Nuestro
divertido comediante Carlos Arniches lo imitó en Los caciques, también con ese misterioso Inspector –tampoco a muchos les
hizo ninguna gracia que el público lo viera entre carcajadas-, que se hizo en
1962 bajo la censura franquista. Hoy no hay censura, y por eso es la realidad que
vemos a diario. El montaje de esta obra se ve hoy igual que lo escribió Gógol.
Asoma aquí el humor de Jardiel Poncela y, aparte de la dirección, hay un equi- po de
intér-
pretes fan- tásticos.
Dos alturas –la segunda planta oculta en su per- fecto decorado- por cuya es- calera bajará y actuará la elegante y hortera esposa –Eva, o Cristina debería llamarse- que borda Pilar Castro, y su hija –que también lo clava Macarena Sanz- disfrazada de Fallera Mayor de Valencia.
pretes fan- tásticos.
Dos alturas –la segunda planta oculta en su per- fecto decorado- por cuya es- calera bajará y actuará la elegante y hortera esposa –Eva, o Cristina debería llamarse- que borda Pilar Castro, y su hija –que también lo clava Macarena Sanz- disfrazada de Fallera Mayor de Valencia.
Es un avispero donde se enredan los personajes en una verbena podrida. El
Alcalde en manos de Gonzalo de Castro; bien justificado, en estos momentos, el
concejal de Sanidad -aunque no se le atribuye el cierre de ambulatorios-, interpretado perfectamente por Ángel Ruiz, que se triplica sin parar; Juan
Antonio Lumbreras, estupendo, y que crea a ese pícaro y desconcertado Iván, una
especie de Crispín –Los intereses creados-.
Y es que hay aquí, en el juego de la farsa, un coro de actores formidables: Javier
Lara se convierte igual en concejal de Urbanismo –el que concede tierras para
montar los ladrillos-; ese Juez corrupto es Fernando Albiz, también como
negociante; igual de perfecto interpreta Manolo Caro al Jefe de Correo, divertidísimo. Aquí, todos los actores pueden aparecer
de mujer en una lección completa, como Jorge Calvo o Manuel Solo, Consejero de Educación y Cultura –cuando este
personaje esta ausente del escenario no sabemos si está firmando el tijeretazo a
la enseñanza pública-. Los tres músicos apoyan los felices bailes y el ambiente y queda, en conjunto, en
espectáculo útil y sensacional.
Enrique Centeno
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