miércoles, 19 de noviembre de 2008

¿Dónde estás. Ulalume, dónde estás? ****


La noche del estreno, fui vecino de butaca, brazo con brazo, de la actriz Victoria Rodríguez, viuda de Antonio Buero Vallejo. El escenario del teatro Español le correspondió a Alfonso Sastre. Era inevitable recordar que allí estrenó Buero y ganó el Premio Nacional con su primera obra que subió a escena (1956), Historia de una escalera. Perteneciente al denominado Teatro Realista, el tiempo hizo que él y Sastre se entremezclaran en su duro debate sobre las diferencias. El enfrentamiento fue suavizándose y apagándose. Y tras El sueño de la Razón (el de Goya). Tambien, en el Español se puso en escena (por Miguel Narros) el formidable El concierto de San Ovidio. La defensa del teatro realista se iba muchas veces por otros caminos: pero ya ha pasado lo mismo con Sastre (citemos así Los últimos días de Emmanue Kant), que llena ahora el escenario mismo con la historia sentimental y cruel de ¿Dónde estás, Ulalume, dónde estás? Aplaudía Victoria –Victorita, le llamaba su marido- y otros lo hicimos con toda la admiración y viendo ya que aquella pelea fue el sueño de la no Razón.
Tras once años sin estrenar, a Sastre se le representó ¿Dónde estás, Ulalume…, escrito en 1990 y llegada en 1996 a la II Muestra de Teatro Español Contemporáneo (Alicante). Fue una hermosísima puesta en escena debida a la compañía vasca, Eolo. Adelantemos que, tras ver la función nueva, es aquella la que no olvidaremos.
Edgar Alan Poe, viudo ya, nos cuenta Sastre cómo emprendió su viaje planeado desde Richmond hasta Nueva York, pasando por Baltimore y Filadelfia: de aquí fue devuelto a la anterior, tras su miseria, su comportamiento en el alcoholismo, de polizón y en un estado angustioso. En el inicio del itinerario, tomó el barco despidiéndose de su amante Elvira. Se había propuesto abandonar la bebida, pero pronto, en una comida, le tienta el vino: ya comienza y vuelve su pasado alcoholis-mo durante el viaje. La historia de aquellos días lo relata Alfonso Sastre en veintiún actos. El poeta va encontrándose con una docena de personajes, y con él el recuerdo y la búsqueda de su amorosa Ulalume, ese personaje de misterioso nombre. Son diez días que se nos cuentan casi hora a hora. La noche extraviada, el contacto con personajes arrastrados o absurdos en la sociedad; rendido por las tabernas, los rincones y los callejones: parece un anticipo de Max en sus Luces de Bohemia. A su regreso, le ingresaron en el Hospital en estado de delirium tremens hasta su muerte cruel y dolorosa el día 7 de octubre de 1949, a la edad de cuarenta años. Alfonso Sastre parece el mirador de un viaje que solo puede relatar con la misma amargura de su lenguaje poético. Sus frases adquieren, una a una, la comunicación y el homenaje a Poe. Hasta con uno de sus relatos, El cuervo, que hace sonar con graznidos en el viento (el propio dra-maturgo es autor de una obra de teatro también titulada así).
Durante una hora y media, Chete Lera no sale de escena. Una lección continua, desde el personaje tranquilo, sus encuentros en el camino, su tentación y su caída, su víctima y ruina completa en su ataque final para terminar muriendo entre pulsiones de temblores. El actor va marcando la etapa y la construcción de cuerpo, voz, ritmos y ojos cambiantes. Puede vencer a la ausente dirección de Juan Carlos Pérez de la Fuente, quien movió algo el ritmo y el juego fácil en una especie de mostrador sobre pivote que pretende servir para todo: el resto de la escenografía, sobre una cámara negra, se limita a una especie de puente de luces vacío y sin expresión alguna, sin ambientación o sin el paisaje del submundo. Es también magnífica la suma de la diversidad de personajes encarnados por la actriz Zutoia Alarcia. Quizá crece más el de la mujer Muddie, aquella editora del primer poema, con la despedida y el final ante la tumba camino de la última vejez. Un acto, por cierto, que se ha modificado respecto al original (Hiru, 1990), autorizada la escena final que prescinde del grupo del entierro: “Hemos estado ocho personas en tu entierro, Eddy (…). No es mucho para un gran poeta como tú”, dice Muddie al que llama “hijo mío”. También cumple con sus cinco personajes Camilo Rodríguez.
Enrique Centeno
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Autor: Alfonso Sastre.
Intérpretes: Chete Lera, Zutoia Alarcia, Camilo Rodríguez.
Escenografía: David de Loaysa.
Vestuario: Javier Artiñano.
Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente.
Teatro: Español (13.9.2007)



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