domingo, 17 de abril de 2011

Casa de muñecas ***

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Autor: Henrik Ibsen.
Versión se Amelia Ochoa.
Intérpretes: Silvia Marsó, Roberto Álvarez,
Pedro Miguel Martínez, Pep Munné, Rosa Nanteiga,
Cuca Villén.
Escenografía: Ricardo Sánchez.
Iluinación: Felipe Ramos.
Dirección: Amelia Ochandiano.
Teatro: Fernán-Gómez. (CC de la Villa) (12 4.2011)
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Nos hemos asomado otra vez a la casa de Nora, aquél día de Navidad. Ese dulce matrimonio donde el marido Helmer Torvald, tan enamorado, le dedica términos como “chorlita”, “alondra” y hasta “pajarito cantor”. Es ese hombre superior, siempre satisfecho y orgulloso de que su esposa le cuida bien, como a sus hijos. Y llegará allí una antigua amiga, la Señora Linde –“Cristina”-, viuda y ahora sin medios, acogida cariñosamente. Tendrán las dos mujeres momentos de intimidad, en conversaciones sobre sus historias que nos interesan como analistas o como mirones. En una escena está ella cosiendo, y él elegante, siempre trajeado, le indica que debería mejor estar bordando. Pregunta ella el porqué, y le responde que eso sería “más bonito”. Es un momento en el que más claramente conoceremos su feliz burguesía y su sueño por ascender como prestigioso director del banco donde se ocupa. Tan afectuoso y enamorado en el mismo poder que ejecuta sobre su familia.   
Hay una brillante dirección, y no se ha querido dejar de añadir algún momento inadecuado. Porque esta obra maestra de Casa de muñecas la estrenó el noruego Ibsen en 1879. Un ataque contra la sumisión de la mujer. Su estreno produjo un gran escándalo en la propia sociedad burguesa. Nadie quiso reconocerlo. Para nosotros es impresionante ver, admirar y asombrarnos con ese avance del teatro naturalista. Esta función se monta, como debe ser, en su ambientación del XIX, pero Amelia Ochandiano, directora habitual de la compañía Teatro de la Danza, no se resiste en acudir al maltrato de la mujer actual, y añade a Torvald golpeando a Nora, en una furiosa y violenta reacción –solitario, contra los muebles- tras el famoso portazo de Nora tras dejar su casa. Lo que muestra el texto original es la bestial mentalidad del marido, calificada de monstruosa bajeza, quedandose en la soledad, vencido, hundido y lloroso. Lo de menos es que además ella había hecho todos los esfuerzos para evitar el desastre de este abogado. No hace falta acercarlo a los maltratos de hoy. Solo faltaría utilizar el 096, pero Nora ya sabe que nada más sucederá entre ellos. Y fue suficiente el testimonio de esta mujer.
   Como se esperaba, hace Silvia Marsó una formidable creación de Nora, un personaje que solo pueden hacer las magníficas actrices. Tanto en el primer acto como en el segundo, muestra la inocencia y la maternal felicidad de su hogar: llevará el secreto de su esfuerzo por salvar al marido. Y en el último acto va luchando con la sumisión, la incomprensión y, por fin, su reacción rebelde contra Torvald. En su transformación, Marsó no marca suficientemente el viaje interior de aquella mujer. Es demasiado tiempo sin comenzar a avanzar en su dignidad, ya solamente en la última escena. Nosotros –todos- lo sabíamos, pero no le han ido marcando suficiente subida hacia la ruptura. No entendemos, por otra parte, la duplicada puerta de la salida, de modo que sale primero por la del salón –se piensa que es el ya famoso mutis, entre aplausos-, caminando después por ese pasillo opaco para alcanzar la salida definitiva dejando la puerta abierta. Es sin duda uno de los errores.
     Un impecable reparto es responsable de este gran montaje. Apenas aparece Torval –ya en escena Marsó- como el amo de la vivienda, entre bromas y las cursis atenciones a los “gorgoritos de mi alondra”, frases que, desde el principio, crean un personaje entregado en su mando, lo que hace de manera formidable Roberto Ávarez. Muy unido a la familia, el doctor Rank lo interpreta impecable Pedro Miguel Martínez, con el humor inteligente que oculta en sus visitas el amor que siente por Nora, y que en un breve momento se lo confiesa. Ella no podrá entonces recurrir al único amigo que podría ayudarle para salvar el aparecido drama económico que oculta ante su marido. Es uno de los continuos diálogos en los que Ibsen enseña su genialidad: incluye la despedida del médico anunciando, delicado y sonriente, su auténtica despedida a la que le llevará su grave enfermedad. El público, con justicia, dedicará sus aplausos al actor. Rosa Mantenga, inteligente, da vida a Cristina, a la que incluso  hace subir como personaje fundamental en una Casa de muñecas. La criada, Elena, aparece, siempre atenta, y la actriz Mamen Godo se va entre simpatías y carcajadas; en realidad se entera silenciosa y callada, hasta en los encuentros trágicos entre el perseguidor de deudas y de denuncias a Nora. Interpreta muy bien Pep Munné –aquí todo el mundo brilla- a este abogado, Krogstad, que acusa y amenaza con denunciar la falsificación de unos documentos que posee: es el fantasma que vuela sobre el drama.
    Son dos horas de representación –se hacen los tres actos sin intermedio, como ya es habitual- y casi se hace corta esta obra apasionante, dulce y dramática que nos hace disfrutar y seguir conociendo aquel siglo  ante los telones.
Enrique Centeno

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Escucha como Silvia y Roberto describen a sus personajes en Casa de Muñecas.http://www.puntoradio.com/popup/audio.php?id=66411#

Suerte a los dos de parte de un admirador de Ibsen!!

Enrique Centeno Puente dijo...

Juan, es que no lo han visto ni leido.