Autores: Luis García-Araus y Javier G. Yagüe.
Intérpretes: María Antón, Arantxa Arralza,
José Melchor, Javier Pérez-Acebrón, Asu Ribero,
José Sánchez.
Escenografía y vestuario: María Luisa de Laiglesia.
Dirección: Javier G. Yagüe.
Teatro: Cuarta Pared, (14.2.2007)
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El director, Javier G. Yagüe, coautor de aquella trilogía, ha demostrado, no pocas veces, su sensibilidad y conocimiento. Probablemente ha intervenido, en esta obra, un cierto deseo de la renovación escénica; pero quienes escriben sin crear personajes, con inútiles diálogos y con ausencia dramática, echan abajo el escenario.
Durante casi dos horas, los personajes sueltos protestan, se quejan, o desean cambiar algunos aspectos sociales. Rebeldías posibles es un título del que esperábamos cierta ambición, y, sin embargo, es una leve y sencilla función. Hay muchos problemas. Los autores podrían echarle un poquito de visión política y realista, buscando algo más que este tebeo de gags. La supuesta rebeldía pertenece al centrismo, a la burguesía, a los pijos, modernitos que quisieran perfeccionar su pensamiento reaccionario y clasista, simplemente funcionando con simplicidad.
Hay un personaje que, al comenzar, está empeñado en recuperar unos céntimos –es la noticia real tomada de la prensa- que le han cobrado de más en una factura, y lucha para corregir su oculta estafa. Ante su mundo de la universalidad de la economía, al parecer se debe intentar solucionar rebelándose ante los banqueros y gigantes empresas: lo único que se acepta, es que no se equivoquen; de modo que esa oposición consiste en mantener la via legal que conoce, admira y estudia. Quiere que todo sea perfecto, porque, en caso contrario, se convertiría en una rebeldía sobre la imperfección.
El conjunto de modestos intérpretes lo dirige Yagüe, consiguiendo un ritmo que permite al público su seguimiento. A su lado -al fondo de la sala- le puede tocar a usted un futbolero que no para de lanzar voces o carcajadas grotescas, como en una ebria fiesta de bodas. Precisamente, este joven de ojos como faros y la boca abierta de la risa, podría ser una muestra del peligroso espectáculo, ante ignorantes, reaccionarios y felices con este internacionalismo en cuyo primer mundo están ellos.
Enrique Centeno
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