martes, 16 de febrero de 2010

Futuros difuntos ***

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Autor: Eusebio Calonge.
Intérpretes: Gaspar Campuzano,
Francisco Sanchez, Enrique Bustos.
Dirección y espacio escénico: Paco de La Zaranda.
Compañía La Zaranda, Teatro Inestable
de la Andalucía Baja.
Teatro: Español. (11.2.2010)
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Todos son locos, encerrados en un manicomio. Algunos son ya seres inmóviles, muñecos muertos atados en sus metálicas sillas de ruedas. Es esta la visión de La Zaranda, Compañía Inestable de la Andalucía Baja, sobre otro mundo hundido entre fantasmas, un brutal testimonio de esa sociedad, cuyos textos pertenecen a Eusebio Calonge, esencial e imprescindible para la puesta en escena dirigida por quien firma como Paco de La Zaranda. Forman escenas de aguafuerte con esperpentos y tintas entre las risas negras y la sombría tragedia. El título de su primera obra fue Vinagre de Jerez (1980): un inicio cuya agriedad no cesó en sus treinta años que ahora cumple; vinieron Perdonen la tristeza (Sala Olimpia, 1993) o en Cuando la vida eterna se acaba (Sala Olimpia -que ésa sí que la fusilaron como Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas-1998-), a las que siguieron Ni sombra de lo que fuimos (La Abadía, 2004), Homenaje a los malditos (Teatro Español, 2005), y Los que ríen los últimos (Teatro Español, 2007).
Estos personajes perdidos son los Futuros difuntos, perdedores bajo la locura, cegados entre las músicas de la crucifixión y los grandes altavoces en los muros de concentración; reinos perdidos entre tiranos, o ejércitos en los ares donde el sacerdote cumple con el sacrificio. Giran alrededor entre la destrucción y las ruinas. El director forma imágenes, estampas amargas de seres ya bailantes con miradas hacia un cielo vacío. Es un estilo personalista e inconfundible el de esta compañía –en sus conocidos trabajos similares- que provoca, hace estremecer y asombra minuto a minuto. Quien no los conozca quedará impresionado.
Utilizan siempre –sin duda en continuos ensayos creativos- la imposibilidad de ausentarse del encierro. Los actores –Francisco Sánchez, el propio director, y, como siempre, los potentes Gaspar Campuzano y Enrique Bustos- emiten interrogantes que, entre silencios o voces, no recibirán respuestas, sino variantes palabras de confusión. En esta obra montan escenas disfrazándose –son varios los que lo utilizan- de Velázquez, de figuras familiares o de retratos. En su rica colección de montajes, ya decimos que no habrá nunca esperanza en el expresionismo del blanco y negro; no conceden salvación. Nos hubiera gustado reproducir también el cuadro de Velázquez El enano de Vallecas –que tomó de un personaje real- terminando al final con algún verso añadido del poeta León Felipe acerca de la resistencia sin dejarse vencer: De aquí no se va nadie/ Ni el místico ni el suicida . O, en otro verso, Sin huir […] hacia un agujero en la tarima. Prefieren ellos siempre llorar y soportar la vida perdida de los Futuros difuntos. Se conforman con un cementerio.
Enrique Centeno

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