sábado, 24 de octubre de 2009

El túnel ***

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Autor: Ernesto Sábato.
Adaptación teatral de Diego Curatella.
Intérpretes: Héctor Alterio, Rosa Manteiga,

Paco Casares, Pilar Bayona.
Escenografía y vestuario: Rafael Garrigós.
Iluminación: Juan Gómez Cornejo.
Dirección: Daniel Veronese.
Teatro: Bellas Artes. (13.9.2006)

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La gran novela de Ernesto Sábato fue llevada al cine, y ahora al teatro, con la adaptación que ha realizado Diego Curatella, colaborador o secretario durante muchos años y a quien se le cedió la adaptación de El túnel (1948). Sólo un gran actor es capaz de hacer aparecer a Juan Pablo Castel, el pintor que relata, él mismo, cómo fue su pasión enloquecida y su obsesión hasta llegar a matar a su amante. María Iribarne, casada, fue un sueño aparecido en su vejez, encontrando en ella la esperanza. La novela es también un monólogo en el que Castel –encarcelado- va recomponiendo el tiempo; un maltrato que a este psicópata le conduce hasta el asesinato. Casada con su esposo Allende, ciego, que interviene, conocedor -quizá-, en esta historia.
Confesemos que en la lectura de El túnel, este gran escritor nos produjo una cierta depresión, hasta cerrar el libro a cada momento y tomar fuerzas con esta tragedia existencialista. En la representación teatral tenemos delante al propio enfermo, brillante, hablador, atractivo, con una inteligencia que nos envuelve. El clarísimo actor muestra en escena una verdadera exhibición magistral. Le ayudan a Héctor Alterio, las apariciones de María –lo hace Rosa Manteiga- y los leves personajes que hacen Paco Casares –Allende, el esposo, ciego- y Pilar Bayona. Lo de nuestro actor, argentino, son palabras mayores: su riqueza de voz, sus variantes juegos de miradas, gestos y movimientos interminables. El complicado personaje de Castel pensó encontrar en María, en su segunda edad, una vía de salvación que se convirtió en una obsesión que le condujo a las turbulencias en su ya enfermedad psicópatica. Alterio es capaz de ponerse a su lado, casi peligroso y eléctrico –interpretó, hace dieciséis años al muy diferente viejo, celoso y suicidado Perlimplín, de Lorca, en este mismo escenario del teatro Bellas Artes-. Explicó el pintor, conversando, que siempre, desde su nacimiento, vivió en un túnel, y que encontró a alguien capaz de darle vida, como un hueco o un agujero por el que quiso salir matándola.
Dentro del texto se escuchan la desconfianza, los celos, la obsesión, los engaños. En los espectadores se provocan risas y carcajadas, como si fuese común entre ellos mismos. No se sabe si, tal vez, al salir del teatro, sientan una cierta lección.
Enrique Centeno

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