lunes, 18 de julio de 2011

Madrugada ***

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Autor: Antonio Buero Vallejo.

Intérpretes: Trinidad Rugero, Noemí Climent, Kiti Mánver,

Manuel de Blas, Sonsoles Benedicto, Victoria Alvás, Mariano

Venancio, Francisco Rojas, Celia Trujillo.

Escenografía: Amadeo Lemus.

Vestuario: Lacota, Il Griffone.

Dirección: Manuel de Blas.

Teatro: Centro Cultural de la Villa. (11.5.2001)

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Aquella ética de Buero
 
 
Foto de Daniel Alonso
 
Un reloj de pared marca las cuatro y cuarto al principio de la representación. Cuando ésta termina, dará las seis tras una intensa madrugada de conflictos y de intrigas. Buero ha querido que el tiempo real y el tiempo dramático coincidan, en un ejercicio que, desde luego, va mucho más allá de la habilidad escénica, y que ayuda a enmarcar esta obra dentro del curioso género de intriga y de misterio.
    Es mucho más, claro está, porque el género lo utilizó el autor, allá por 1953, para reflexionar, como en su habitual teatro, con temas sobra la verdad o la mentira, la ética, la lealtad, la ambición y el amor. Esta obra es una trampa. Lo es argumentalmente, porque su protagonista, Amalia -Kiti Mánver, estupenda- oculta la muerte de su amante, de cuerpo presente en una habitación contigua, para intentar esclarecer ante la familia –una verdadera colección de cuervos en busca de la herencia- acontecimientos que empañaron la última etapa de sus relaciones sentimentales con el ya difunto. Y lo es también porque, sorprendentemente, Buero organiza una trama cuyo perfecto esquema de intriga va desvelándose en la línea de los grandes maestros del suspense. Un ejercicio que le sirve para retratar a personajes que van desde la ingenuidad completa –la sobrina que hace muy bien Victoria Alvás- o la ambición cobarde del fascistilla de posguerra– ,el hermano -magnífico trabajo de Mariano Venancio-, pasando por el más frívolo falso, otro hermano -que encarna muy bien Manuel de Blas, que además ha dirigido el montaje con mucho mimo para que el engranaje matemático de Buero funcione-. La representación se sigue con mucho interés, y los valores que Buero quiso reivindicar en su momento, continúan tan devaluados como entonces, de modo que todo parece como escrito ahora.
Enrique Centeno

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