Una historia, una investigación sobre la memoria y la búsqueda. Es una mujer empeñada en encontrar a su padre. Es una larga búsqueda sobre la desconocida muerte de su padre. Pasa por la Guerra Civil y la posterior Guerra Mundial. Lo que encuentra es a un personaje, Juan Cerrada, cuyo nombre ha robado, oculto en un lugar perdido. Fue doloroso, lo mismo de un lado como del otro en España, con detenciones por los alemanes. No quiere hablar de todo aquello, tras el sufrimiento en el campo de Mauthausen.
A las preguntas de Ana, este curioso personaje va soltando, cada vez con más interés, pero seco, con bronca voz, lo recuerdos de su compañero: torturas, miseria y contemplación continua de unas chimeneas de incineración de los presos. La función causa la diversidad de aquellos hombres a quienes les tocó en uno y en otro lado. Se cuenta esta historia casi sin respiración, como en un cuento fantasma relatado por un profesional contador. Pero no es así, porque este personaje lo relata sin trucos, inmóvil en su silla de ruedas, a la que ni siquiera hace cambiar de lugar. Ella tampoco le rodea, sino que permanece casi como una estatua que escucha y recoge su testimonio en un magnetófono. Hay solo, alrededor, la imagen silenciosa del buscado familiar con su ropa a rayas, detenido y encerrado entre los alambres de púas.
No es fácil la interpretación con su inmovilidad: un riesgo, una apuesta cuerpo a cuerpo de los dos. Lo hacen muy bien, la buscadora -Pepa Durán-, y el encontrado -Angel Savín-. El buen director, Adolfo Simón, les desafía en su seco montaje, les obliga a un único diálogo. Le hubiera resultado más fácil crear movimientos, acciones, gestos, gritos y luces entre sombras. Lo consigue con sencillez. Es evidente que este pequeño teatro, sin tamaño, sin fondo, sin laterales, es una caja de cerillas. Hay una carretilla en la que se amontonan cadáveres del combate o del campo de exterminación. Lo han representado a pesar de contar con una simple cámara y la imposibilidad de aislar al recordado fantasma del preso.
A Raúl le interesa la historia teatral, más o menos imaginaria. Las batallas las escribió en Los malditos, y el propio Mauthausen en su otro estreno, Los engranajes. Es un magnífico escritor de su generación teatral actual.
Enrique Centeno
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Autor: Raúl Hernández Garrido.
Intérpretes: Pepa Durá, David Rubio, Ángel Savín.
Dirección: Adolfo Simón.
Teatro: Fernán Gómez (C.C. Villa) (19.11.2008)
A las preguntas de Ana, este curioso personaje va soltando, cada vez con más interés, pero seco, con bronca voz, lo recuerdos de su compañero: torturas, miseria y contemplación continua de unas chimeneas de incineración de los presos. La función causa la diversidad de aquellos hombres a quienes les tocó en uno y en otro lado. Se cuenta esta historia casi sin respiración, como en un cuento fantasma relatado por un profesional contador. Pero no es así, porque este personaje lo relata sin trucos, inmóvil en su silla de ruedas, a la que ni siquiera hace cambiar de lugar. Ella tampoco le rodea, sino que permanece casi como una estatua que escucha y recoge su testimonio en un magnetófono. Hay solo, alrededor, la imagen silenciosa del buscado familiar con su ropa a rayas, detenido y encerrado entre los alambres de púas.
No es fácil la interpretación con su inmovilidad: un riesgo, una apuesta cuerpo a cuerpo de los dos. Lo hacen muy bien, la buscadora -Pepa Durán-, y el encontrado -Angel Savín-. El buen director, Adolfo Simón, les desafía en su seco montaje, les obliga a un único diálogo. Le hubiera resultado más fácil crear movimientos, acciones, gestos, gritos y luces entre sombras. Lo consigue con sencillez. Es evidente que este pequeño teatro, sin tamaño, sin fondo, sin laterales, es una caja de cerillas. Hay una carretilla en la que se amontonan cadáveres del combate o del campo de exterminación. Lo han representado a pesar de contar con una simple cámara y la imposibilidad de aislar al recordado fantasma del preso.
A Raúl le interesa la historia teatral, más o menos imaginaria. Las batallas las escribió en Los malditos, y el propio Mauthausen en su otro estreno, Los engranajes. Es un magnífico escritor de su generación teatral actual.
Enrique Centeno
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Autor: Raúl Hernández Garrido.
Intérpretes: Pepa Durá, David Rubio, Ángel Savín.
Dirección: Adolfo Simón.
Teatro: Fernán Gómez (C.C. Villa) (19.11.2008)
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