Intérpretes: Morgane Amalia, Marta Cuenca.
Escenografía: Ariel Vaccaro, Faro Luciole.
Dirección: Jorge Sánchez.
Faro Luciole-Teatro Errante.
Teatro: Cuarta Pared. (13.11.2011)
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El absurdo perdido
Hablan sin cesar estas dos actrices, sentadas, espalda con espalda. Lo hacen a una velocidad de vértigo con frases incomprensibles, cortas y en diversas lenguas. Es un misterio saber si, verdaderamente, dicen algo concreto. Se nos va yendo una cierta sonrisa que nos produjo al comenzar. Se levantan, por fin, y se mueven por el escenario, cada uno a su aire: hablan ya un poco más despacio, en castellano -a veces con acento argentino-, francés, portugués, italiano –puede que también en sueco- y emiten con brevedad tonos de canciones tradicionales.
Hay en el escenario una composición de grises, con elementos cúbicos en diferentes posiciones. Y algunos de ellos pueden tomarse con luces interiores, en una viva estética. Toman las dos mujeres un globo que representa la Tierra. Y mueven por su superficie un pequeño muñeco articulado. Distribuyen también, por los suelos, otros pequeños volúmenes –que van sacando del muro-, consiguiendo una agradecida plástica. ¿Qué van diciendo en voz alta?
La incomprensión de los textos –a veces pequeños comentarios de anécdotas inútiles, vulgares-, es quizá un recuerdo del teatro absurdo, pero sería una ofensa entre aquella reflexión, crítica y testimonio social: aquí nada tiene contenido. Podríamos calificar la función como minimalista entre Ionesco y el pintor Echer. En todo caso, lo mejor de la obra es que su duración no llega a una hora.
Enrique Centeno
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