Autor: Harold Pinter.
(Trad.: Inmaculada Garín).
Intérpretes: Enric Benavent, Luis Bermejo, Ernesto Arias.
Vestuario: Alejandro Andújar.
Escenografía, iluminación y dirección: Carles Alfaro.
Teatro: La Abadía. (5.10.2006)
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Pinter va haciendo moverse a estos tres personajes, metidos en el tiempo y en la triste habitación. Todos son así para nuestro escritor: aparece un cierto humor, lo absurdo que se convierte en drama. Nada gira ni cambia; es así, perfectamente, la fotografía del decorado hiperrealista que ha hecho el propio director. Uno padeciendo su quietud, contemplando la lluvia tras los cristales; otro, sufriendo la consecuencia de extraños electroshock en el pasado; por último, ese ser de falsos nombres, caminante que no se sabe a dónde irá, con ese aspecto tal vez judío –lo era Pinter- vestido de negro, con el secreto de su origen mentido, bajo su ropa pasada agarrándose a su llamativa bolsa de viaje.
Nada se entiende, por eso citamos su absurdo, y el espectador desea saber más, que pase más el tiempo, que se llene el cubo de agua. Finalmente, algunos pueden pensar que aquello no debe terminar nunca, porque así es, incluso algún espectador sentía el deseo de interponerse o unirse en aquella habitación sentimental.
Vemos, insuficientemente, a este Nobel en nuestros teatros. Y para mejor reaparición, lo trae el director Carles Alfaro, una vez más con su inteligencia y sensibilidad. Con tres actores formidables, citándolos con igual sabor: Enric Benavent, Luis Bermejo y Ernesto Arias.
Enrique Centeno
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