sábado, 28 de noviembre de 2009

La tierra ***

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Autor: José Ramón Fernández.Intérpretes: Sergio Álvarez, Gabriel Andújar,
Joel Guijarro, Javier Macarrón, Mariano Llorente,
Nieve de Medina, José Melchor, Vicente Navarro,
Francisco Olmo, Marta Poveda, Raúl Prieto,
David Rubio, Andrea Soto, Julio Vélez.
Iluminación: Pedro Yagüe.
Escenografía y vestuario: Elisa Sanz.
Música: Eliseo Parra.
Dirección: Javier G. Yagüe.
Teatro: Valle-Incán (CDN). (20.11.2009)

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Es un pueblo de arena gris; caminos polvorosos y resecos, en ese campo donde han nacido estos personajes. Huyó de allí, diez años antes, esta María que ahora regresa de Madrid tras haber sido abandonada por su hombre. Nadie entiende porqué volvió a esta familia, a esta casa ardiente y cerrada, junto al olivo añoso y medio muerto, con un muro que los aísla del mundo. Nadie llega allí; ni estos personajes ni los del pueblo cercano. Lo sabe ella, y expresa que nadie tiene nada en común, de ojos cobardes que no se miran frente a frente.
Va introduciéndonos las escenas -dirigiéndose al público- uno de los principales personajes; un cambio entre acotaciones y visiones sentimentales -cuidadísimo texto-. Se trata de Juan, el padre de la familia, ya fallecido, que aparece relatando los capítulos de la historia con las distintas etapas del drama, –lo hace formidablemente Joel Guijarro-, encontrándose también en su niñez, como una visión de la imposibilidad de salvamento. Y saliendo su espíritu de la cuneta tras morir en un atropello. Continuará viendo a su mujer, en el tiempo pasado y viuda en la actualidad: es Pilar, hoy ya amargada, medio ciega e inmóvil tras una vida fracasada y decepcionada -se luce, con las dos edades, la actriz Nieve de Medina-, pero que conserva su memoria con la amargura y el rechazo de ese nido de peleas. Miquel, el hijo, pretende convertirse en torero; se entrena con el instrumento de astas que maneja el desgraciado Pozo. En las noches sin luna, salta a la dehesa para dar unos capotes, con la evidente torpeza que le causó su cojera en una embestida, lo que le condujo a la violencia. Al asesinato.
El actor Mariano Llorente interpreta a este bondadoso Pozo, un grandote subnormal que de niño fue abandonado y recogido convirtiéndose en una especie de animal –así lo califican-, un servidor entre burlas y desprecios. Es el personaje que enternece al público en una verdadera creación impresionante sobre este inocente esclavo. Su autor, José Ramón Fernández, desarrolla una literatura teatral poco común, ese poder dramático de perfecta construcción entre sonidos de verso. Pozo es un ejemplo.
Nos cuenta en el programa de mano el autor, José Ramón Fernández, que escribió La tierra hace bastantes años, cuando leyó en el periódico el crimen sucedido en aquella tierra de la España profunda. Sabíamos que su estilo era verdaderamente lorquiano y, al mismo tiempo, recordábamos al propio García Lorca, que conoció también en la prensa su historia de Bodas de sangre. Siempre esperamos nuevas obras de José Ramón Fernández (1962) que, afortunadamente, van apareciendo rítmicamente en nuestros teatros. Se trata sin duda de uno de los fundamentales autores de su generación. Las últimas lo han demostrado: Exilios (2005), Nina (2006) y 30º de frío (2007). El mundo rural ya lo desarrolló como coautor de la inolvidable Las manos, una trilogía que dirigió -y escribió- Javier G. Yagüe, que pone ahora en escena La tierra, mostrando de nuevo su sensibilidad y sabiduría. Ha encargado a la frecuente escenógrafa Elisa Sanz –también se ocupa del adecuado vestuario-, que crea un utilísimo espacio, ese mundo reseco sobre las arenas bajo un cielo gris que el autor finaliza con la lluvia esperanzadora. El fondo lo ocupa una discutible pared de tablas, con puertas incomprensibles, como una especie de burladero o el salto a la dehesa.
Enrique Centeno

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