lunes, 22 de diciembre de 2008

La comedia nueva o El café ***

Hace más de dos años, Ernesto Caballero dirigió uno de los mejores montajes de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), Sainetes, de Don Ramón de la Cruz. (Este “Don” parece siempre obligado añadirle a este divertido autor). Se le encarga ahora La comedia nueva o El café, de Moratín. Ambos autores son casi contemporáneos, aunque el sainetista todavía continuaba utilizando el teatro en verso, superado en el mismo siglo XVIII: aquellas eran juergas y burlas en las calles madrileñas de donde él era. (Cervantes, mucho antes, sí había hecho sus entremeses en prosa). Caballero sabe, sin duda, que a Leandro Fernández de Moratín no le gustaba mucho la diversión. Se preocupaba, ante todo, de la crítica a la sociedad y a la cultura del desconocimiento o del desprecio hacia el avance; una España reaccionaria ante el nuevo Siglo de las Luces, donde se continúa transformando el teatro a partir del maestro italiano Goldoni: también lo montó muy bien el director.
Aquel teatro de Moratín se ocupaba, didácticamente, de salvar, de superar la ignorancia y el desprecio de los españoles hacia la Europa de los “afrancesados”. Atacaba desde los escenarios las trampas de la aristocracia, los matrimonios obligados – la más conocida, El sí de las niñas, ha sido montada en dos ocasiones en la CNTC- por la ausencia de la libertad o el laicismo, y contra los poetas desastrosos y alejados de la actualidad. Esta función tiene algunos trucos -como en las ironías del anterior Molière-, un procedimiento que incluso ha querido añadir el director al acentuar la crítica, desde La comedia nueva, en una primera escena de la fatal tragedia de La destrucción de Sagunto, escrita por el olvidado Gaspar Zavala y Zamora. Este disparatado dramón gusta mucho en la función, se ríe el público en la representación en un decorado al fondo, donde ocurren tanto los versos como las interpretaciones de actores: la toma por Roma entre muertos, fuegos y héroes. El director ha exagerado, de un modo sarcástico, ese estilo que se discute en los encuentros de ataques en El café, lugar de tertulias adjunto al teatro en el que se está estrenando. Ahí se encuentra el peor poeta, don Eleuterio -Jorge Martín-, y el crítico social, don Pedro –José Luis Esteban-, con referencias al revolucionario Jovellanos.
Ha construido el escenógrafo Raymond, un excelente decorado amplio, neoclásico de columnas, paredes y un techo de vidriera que ilumina el ambiente: la sorpresa es, al final de la obra, esa vidriera. Todos los intérpretes están, sin excepción, en interpretaciones extraordinarias.
Enrique Centeno
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Autor: Leandro Fernández Moratín.
Versión: Ernesto Caballero.
Intérpretes: Vicente Colomar, David Lorente,
Yara Capa, Natalia
Hernández, José Luis Esteban, Carles Moreu, Iñaki Rikarte, Jorge Martín.
Iluminación: Juan Gómez Cornejo.
Vestuario: Javier Artiñano.
Ecenografía: José Luis Raymond.
Dirección: Ernesto Caballero.
Teatro: Pavón (CNTC). (17.12.2008)

La comedia vieja o el café

Muy próximo al teatro de La Comedia, existía hasta hace unos años el Café Dorín. Era un lugar de encuentros de actores, directores y autores, donde se charlaba y se discutía en aquellas tertulias. Hasta algunos intérpretes acudían para comer algo entre funciones. Incluso se concedía cada año, en el salón del fondo, el Premio Dorín. Ese lugar de discusión nos recuerda al recién visto "El Café "de Moratín. No existe hace ya una década. El teatro de La Comedia se cerró poco antes.
El nuevo teatro de la Comedia se había inaugurado en 1875, y a partir de 1986 se dedicó a la comedia vieja, en esta ocasión al imprescindible clásico, La Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) que creó Adolfo Marsillach. El sueño para conseguir algo similar a lo que existe en los países europeos. Se miraba siempre, con envidia, hacia París con la Comèdie Françoise.
La comedia nueva de Moratín, tan crítico, era, precisamente, el conocimiento de nuestra historia. En este caso, el conocimiento de nuestra historia a través de los grandes autores -como del propio Moratín, elegido hace ya diez años en la CNTC con "El sí de las niñas"-que, frecuentemente, se habían representado pobremente, incluso penosamente.
Nunca sabremos porqué se cerró el teatro de La Comedia –de traspaso-. Se adujo que iba a reformarse, y el CNTC se trasladó al modesto teatro Pavón, un lugar semioculto al principio de la calle de Embajadores. La Comedia se encuentra a cien metros del Español –nacido como Corral-, como centro de las salas Reina Victoria, Calderón o Fígaro. Pero cuando se pasa por el número 15 de la calle Príncipe, sentimos una cierta depresión. En estos prolongados años, nunca vimos un solo operario entrando con ladrillos o baldosas. Hace unos días han puesto un cartel amarillo, con el anagrama del Ministerio de Cultura, que afirma la “rehabilitación”: no tiene escrita su fecha prevista para su terminación, qué curioso. Pensamos, pasando continuamente, y esperando, al menos, su inicio. (A propósito, lo que sí se mantiene en la fachada es la placa de bronce en la que sobre el emblema del yugo y las flechas se celebra, en este teatro, la fundación de Falange Española un 29 de octubre de 1933. (Debe ser una obra de arte).
El teatro se fue de viaje y salió as el café de Dorín. Ya no se encuentran amigos ni nada de nada. Por eso mirábamos el estreno de la función en el feo Pavón, contándonos
"La comedia nueva o El café".
Enrique Centeno

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