lunes, 2 de mayo de 2011

Manuscrito encontrado en Zaragoza **

_________________________________________________
Autor, director y escenógrafo: Francisco Nieva.
Intérpretes: Juan Ribó, José Carlos Gómez, Juanma Navas,
Walter Vidarte, Julia Trujillo, Beatriz Bergamín, Ángeles Martín,
Juan Matute, Emilio Gavira
Vestuario: Rosa María Andujar.
Música: Ignacio M. Nieva.
Teatro: La Latina (Centro Dramático Nacional). (5.7.2002)
__________________________________________________

Inefable Nieva

Hace nueve años, en la dedicatoria de uno de sus libros, la imprevisible y queridísimo Carmen Martín Gaite me escribió: “...que comparte, entre otras cosas, mi afición a Paco Nieva...” La cita, de eso que suele llamarse “de autoridad”, atenuaré cualquier objeción que el crítico pueda hacer en estos momentos ante un estreno de Nieva, porque, ciertamente, es autor por el que sentimos afición e incluso profunda admiración. Tanto, que hasta he olvidado que hace 25 años, cuando aún no destacaba como autor, me robara los derechos de La carroza de plomo candente, que íbamos a hacer en el teatro independiente y que suponía el primer estreno de este especial genio en España, donde era conocido como magnífico escenógrafo.
    Es un teatro difícil el de Nieva. Por eso no se atreven con él nuestras gentes y ha tenido que ser el propio autor quien montara compañía propia para muchos títulos. Ahora le ha dado una buena oportunidad Pérez de la Fuente desde el Centro Dramático Nacional, en una producción con toda clase de recursos. Bien.
    El manuscrito encontrado en Zaragoza –ahora se le ha quitado el artículo, pero a mí me gusta más con él- consiste en unos fragmentos de la obra del polaco Jan Potocki, que vivió entre los siglos XVIII y XIX y que adquirió mucho después prestigio, hasta el punto de ser adaptada al cine en una película que recuerdo como insufrible. Anda entre el teatro gótico de Nieva y esas otras obras narrativas –pocas- del ilustre autor. Lo mejor es su lenguaje verbal, porque ya se sabe su profundo conocimiento de recursos, su imaginación que atrapa ante el libro y produce el pasmo, la admiración y el encantamiento. Hemos dicho ante el libro, porque este montaje no atraviesa las barreras del libreto, se queda dentro, no cuenta las historias, se pierde en barroquismos sofocantes, posee una interpretación convencional y unos decorados francamente antiguos sin que se vea ese propósito. Preciosos trajes, magnífica iluminación, el buen gusto siempre presente... Y, sin embargo, un acartonamiento, unos procedimientos como estancados, una carencia de agilidad y de frescura, hacen que todo se espese y que no consiga atrapar, interesar, y mucho menos apasionar.
Enrique Centeno

No hay comentarios: