jueves, 20 de enero de 2011

Memento mori ***

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Autor: Borja Ortiz de Gondra.

Intérpretes: Cristina Rota, José Manrique, Nur Levi,
Melani Olivares, Roberto Drago.
Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar.
luminación: Felipe Ramos.
Dirección: Jaime Chávarri.
Teatro: Fernán-Gómez (C.C.de la Villa).
(14.1.2011)
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El autor Borja Ortiz de Gondra se ha imaginado a cuatro personajes que llegan juntos a la África negra, dramatizando sus diferentes motivos y sus reacciones. En realidad es un invento forzado, inverosímil, pero que le sirve y que aceptamos enseguida gracias a su formidable construcción. Esta ficción le permite examinar las posturas ante aquel mundo violento: serviría igual, como se cita en algunos momentos, para las guerras de traiciones y los genocidios: aquí no se hace referencia a ningún lugar del continente, y lo mismo podría tratarse de Ruanda, Etiopía o los crímenes del Congo.
    En una breve escena, bajo la sábana que cubre los cadáveres llora la madre, a quien acompaña siempre el fantasma de su marido, desparecido entre los asesinos militares. Interpreta a Sofía, con mucha sabiduría, Cristina Rota, actriz que huyó de Argentina acogiéndose en España, y que en este personaje subraya su pronunciación, haciéndonos recordar aquella criminal dictadura. Representa a una mujer dedicada al periodismo gráfico y que ya ha estado en los frentes de guerra con éxitos y premios por sus fotografías. ¿Qué hacen estos profesionales? En esta África, su cámara, como en sus habituales reportajes, huirá de la realidad testimonial, dedicándose únicamente a tomas artísticas. Nunca elegirá rostros del hambre,  huirá de mostrarnos retratos de los hambrientos, de los niños muertos o armados ya con los fusiles en mano. En su memento mori piensa que nada es válido tras haber contemplado tanto cadáver.   Desconfía, y no se se compromete en la inútil ayuda de los países, de la ONU o de las ONG. Ortiz de Gondra ya había anunciado en el inicio la inevitable muerte de sus hijas.
    La joven y feliz Carlota – lo hace formidablemente Nur Levi-, dejando  su trabajo sigue a su marido, un diplomático nombrado responsable de las organización de ayudas en el país africano. Interpreta a este cariñoso y aparentemente sincero David –estupendo también Roberto Drago-, que en realidad oculta la desorganización de alimentos y medicinas: el único interés de su Embajada es proteger la exportación de armas desde su país. En la composición familiar se encuentra la segunda hija, Irene, periodista -estupenda Melani Olivares-, que enseguida se hace consciente de la situación y de la corrupción.
    En sus conversaciones, las hermanas Irene y Carlota, muy unidas, van desarrollando sus sentimientos ante la violencia y la utilización de los niños. Tomarán así parte de la cooperacióbn incluso en el deseo de adoptar a alguno de los niños. Se opondrán tanto Sofía como David, ella por haber asumido ya la guerra –Bosnia-, y él por no abandonar sus acciones en la carrera diplomática. Y el autor nos descubrirá después al verdadero luchador, un solitario misionero entregado a un humilde hospital en continuo esfuerzo. Con la cruz de Cristo, colgada entre sudores, ya casi agotado, duda de la propia existencia de Dios. Tiene una de las mejores escenas cuando discute y reprocha a la joven su inutilidad, y también la de los cooperantes y sus falsedades. Es Óscar un personaje impresionante, una creación genial que nos regala el actor Luis Hostalot. Un último y breve personaje es la irónica negra encargada del hospital, y la actriz Manuela Nsuenzang lo cumple perfectamente.
    Ante una vieja pared de tablas, todo expira el negro y el rojizo, que el escenógrafo Alejandro Andújar ha creado con un ardiente fuego de sangre y de miseria; una sencillez que se llena de fuerza con la iluminación de Felipe Ramos. Delante y encima, Jaime Chávarri dirige este montaje con sabiduría, especialmente con intensa sensibilidad. Se ha ocupado mucho de la interpretación de los estupendos actores, a los que ayuda en el realismo para pasar del humor a la tensión, del cariño a la ruptura. Deja seca la escena volviendo atrás, al prólogo de la memoria de la muerte.
Enrique Centeno

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