martes, 3 de mayo de 2011

Cierra bien la puerta ***

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Autor: Ignacio Amestoy.
Intérpretes: Beatriz Carvajal, Ainhoa Amestoy,
Elisenda Rivas.
Escenografía y vestuario: Ana Garay.
Dirección: Francisco Vidal.
Teatro: Centro Cultura de la Villa de Madrid. (20.12.2000)
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La derrota total

El más famoso portazo del teatro lo dio Nora, el personaje de Ibsen en Casa de muñecas. Huía de la opresión de su marido, y algo tiene que ver con este Cierra bien la puerta, en el sentido de que también una mujer sale de casa esca-pada, aunque el conflicto nada tenga que ver. Se trata aquí de una joven hoy contratada como ejecutiva y que ha vivido siempre a la sombra y la tutela de su madre soltera, una periodista triunfadora que ha pretendido llevar una vida co-herente con su generación, que creyó en la posibilidad de cambiar el mundo –la tópica generación del 68- y a la que su hija no responde exactamente como ella quisiera.
    Son dos mundos enfrentados ante los que a veces Amestoy, el autor, parece querer permanecer neutral: después de la utopía, de la búsqueda de lo imposible, aquella madre, Rosa, en realidad lo que obtiene de su hija es la am-bición de marchar a París con un alto cargo en un Banco. Y lo que ella misma ha obtenido son famas efímeras por sus reportajes, por la denuncia de corrup-ciones o de trampas de siempre. No es seguro que Amestoy lo sepa, pero su mirada a este choque generacional delata un gran pesimismo, por más que la función se salpique de muchas escenas en clave de comedia. Y se tiene la im-presión de que, tanto la “mayista” como la ejecutiva moderna, son igualmente perdedoras, seguramente a causa de la batalla fracasada de la primera. No es seguro que eso sea así históricamente.
    Estamos ante una obra valiente, sincera, donde además de lo dicho se dramati-za un tema poco recurrente en nuestro teatro, como es el de la madre que ha criado en soledad a su hija. Y, como fondo, en permanentes alusiones, la reali-dad de la basura social (léase política) que nos rodea, porque Amestoy nunca escribe en abstracto, y quiere amarrar sus conflictos a situaciones reales. De este modo, entre risas y situaciones inverosímiles (siempre de madrugada, siempre entre alcohol, siempre entre delirios confidenciales) presenciamos una visión casi catastrofista de dos generaciones que, en realidad, no pueden com-prenderse. La derrota total.
    También en el escenario hay varias generaciones, y se nota. Elisenda Ribas, con la eficacia del viejo teatro ampuloso (es La Tata); Beatriz Carvajal, brillante en el exhibicionismo que se espera de ella, aunque no renuncie en el ahonda-miento del personaje: Ainhoa Amestoy, joven actriz que busca y encuentra desesperadamente su personaje. Lo dirige todo ello Francisco Vidal, que trata de conjugar el curioso coro. Se percibe su mano sabia en ese sentido.
Enrique Centeno

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