lunes, 18 de julio de 2011

Madre, (el drama padre) **

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Autor: Enrique Jardiel Poncela.
Intérpretes: Blanca Portillo, Chema de Miguel, Juanjo
Cucalón, Gabriel Moreno, Chisco Amado, Gonzalo de
Castro, Goizalde Núñez, Ruth García, Toni Misó, etc.
Escenografía: Max Glaenzel, Estel Cristiá.
Vestuario: Javier Artiñano.
Dirección: Sergi Belbel. (Centro Dramático Nacional).
Teatro: La Latina. (27.6.2001)
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Jardiel a la americana
Foto de Julio Castro Jiménez
Tercer espectáculo con el que conmemora nuestra cartelera el centenario de Jardiel Poncela. Nos reímos siempre con este madrileño que quiso pasar de puntillas sobre la sociedad de posguerra que le tocó vivir y que prefirió elegir el humor blanco, y quiso cerrar las ventanas de su teatro al mundo exterior. Ya se sabe que, en cambió, innovó fórmulas cómicas y creó un nuevo sentido del humor que ya es referencia clásica: sin duda hay un antes y un después en el género que tiene como referencia a Jardiel.
    No es seguro que a Sergi Belbel, el director de esta superproducción, le entusiasme Jardiel. Lo que sí parece claro es que sus referencias, su imaginario o su formación, están en otros lugares, y que el mundo de nuestro autor no parece ser demasiado conocido para él. De modo que ha optado por modos y estéticas muy ajenas, concretadas en aquellas entrañables comedias norteamericanas en blanco y negro. En este montaje, sólo falta la aparición de Fred Astaire para llevarnos al mito de los años cuarenta de Hollywood. Yo creo que eso es una perversión, porque no hay referencias escénicas que lo justifique
    Madre, (el  drama padre), presenta, una vez más, diversos problemas en cuanto a su escritura. Ha envejecido menos su lenguaje que en otras obras del autor, más centrado en la construcción que en el afán de buscar el chiste. Posee un último acto brillante, sorprendente, inacabable en su desenlace cambiante en cada minuto. Para llegar a ella necesita el autor demasiado tiempo, una hora y media cansina, sosa, francamente aburrida. Se salva la función, gracias a un numeroso y magnífico reparto, muy coral, y una dirección –más bien una coreografía- que aprovecha sus talentos para conducir todo por el camino de la farsa, de la brillantez elemental y eficaz. Los bostezos del entreacto fueron después neutralizados entre abiertas carcajadas, pero nadie entendía por qué esa americanización de Jardiel; por qué en su centenario se le quería desnaturalizar.
Enrique Centeno

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