martes, 8 de diciembre de 2009

Drácula *

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Autor y dirección: Ignacio García May.
Basada en la novela de de Bram Stoker.
Intérpretes: Eduardo Aguirre, José Luis Alcobendas,
Rocío León, Rafael Navarro, José Luis Patiño,
Iñaxi Rikerte, Rosa Savoini Xenia Sevillano.
Música: Eduardo Aguirre de Cárcer.
Escenografía: Alicia Blas.
Iluminación: Luis Perdiguero.
Vestuario: Ana Sebastián.
Teatro: Valle-Inclán (CDN). (3.12.2009)
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Vamos viendo en muchos montajes, supuestamente contemporáneos, unas escenografías a base de tablas y paredes de madera, que lo mismo podrían servir para una función que para otra. Era una excepción la última y estupenda de Don Carlos; generalmente, las ideas parecen ser inspiradas en los viajes a los centros del Leroy Merlin. Pero en este Drácula admirábamos a la escenógrafa Alicia Blas – desconocemos sus otros trabajos-, con una rica fantasía de ambientes, espacios y cambios ágiles en las diferentes escenas. Altos paneles, sencillos y sugerentes, que se giran creando diferentes paisajes: un jardín, un salón o un misterioso lugar interior. Estos elementos se combinan con un gran decorado, hermano, con preciosos paños envarillados. Es lo más valioso de este espectáculo, al que se une también el arte de la iluminación de Luis Perdiguero, integrándose y valorando la escenografía y los personajes: sombras, tinieblas, radiaciones de espectros con retratos de luz. Es también justo aplaudir el vestuario de Ana Sebastián.
Pues ya deberíamos haber llegado al final.
Con la historia de este popular Drácula, de Bram Stoker, el autor García May ha imitado un cierto romanticismo, con algún sentido gótico. El pobre argumento y su lenguaje estético nos hace pensar que en el mismo Centro Dramático Nacional, donde se estrena esta obra, se encuentra la segunda sala, llamada, como homenaje, Francisco Nieva. En este autor podrán, realmente, aprender a escribir y crear nuevos estilos góticos y esperpénticos, entre ellos su Nosferatu . Los intérpretes hacen poca cosa; nada; de primer curso, aunque bien sabemos que alguno de ellos es un buen actor. La dirección pertenece al propio autor, con todos allí quietecitos o falsos, sin saber cómo salir, entra o crear a sus personajes. Se han aprendido muy bien las palabras, frases recargadas entre los cultismos de García May: gozándose con cosa digna; con la beldad divina; con el azahar de perfumes; aposentados en sus leves halagüeñas sonrientes. Espectadores cercanos se miraban entre ellos, otros admirábamos el decorado escuchando la música clásica. Alguno se iba, se aplaudió al final sin fuerza; salieron los artistas casi inmediatamente, pero el público ya se marchaba por los pasillos.
Enrique Centeno

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