miércoles, 10 de junio de 2009

Hamlet, por poner un ejemplo **

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Autor y director: Mariano Llorente
Intérpretes: Silvia García de Pe, Martín Scherman,
Gonzalo Martín, Jesús Hierónides, Salvador Sanz,.
Escenografía: Arturo Marín Burgs.
Vestuario: Juan Ortega.
Factoría Teatro.
Teatro: Galileo. Madrid. (13.5.2008)
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Menos mal. Estos personajes visten sus jugosos trajes de indefinida época, aunque sin abandonar la Dinamarca del Hamlet de Shakespeare, con un sillón real sobre alfombras y ante una cámara negra. De este Príncipe se han hecho numerosos montajes, y confesamos que ya nos cansan representaciones regulares, malas o torpes. Lo llaman “adaptaciones”, “versiones” e incluso cortes y resúmenes que apenas tienen sus Dramatis personae. Pero no tengan miedo. Aquí, en esta obra, titulada Hamlet, por poner un ejemplo, ya se anuncia que no se trata de este personaje de Shakespeare, sino, simplemente, de una coincidencia -buscada, naturalmente- con el nombre mítico. Es un nombre simpático. Se hace llamar a los actores Hamlet, Gertrudis, Ofelia y Claudio: es una invitación para reflexionar, burlarse, ideologizar; todo ello un disparate tan cómico como crítico.
Los diálogos provocan ya, desde el inicio, un lenguaje humorístico entre Hamlet y Gertrudis. Se repiten o multiplican las voces de agrias palabras. Es un estilo que el autor mantiene con riqueza. Lo anuncian, nada más empezar, las quejas de Hamlet: “Yo, madre, he hecho mis cálculos y no me salen las cuentas”, a lo que la madre responde: “Hijo, tienes una vida por delante”. Y se van entremezclando frases disparatadas, palabras sin orden, como aquel “no me salen los culos del culo, amapolas secas”. Una organización de crucigrama, que permite adivinar con entendimiento.
Estos intérpretes hacen un trabajo magnífico, muy brillante en sus bufonadas, en las locuras y las ideologías. Con tono antiteatral y sin construcción alguna; pero se aprecia que ellos mismos podrían ser los locos personajes. Muy avanzada la obra, sobre la visión política –escondida- se recurre a temas algo innecesarios, en los que no se aprovechan mejor los robos del original. La compañía pretende este extraño estilo que consigue no formar una comedia, un drama ni una tragedia. Con referencias de los muertos en nuestras guerras; las de Estados Unidos en tierras ajenas, desde Líbano a Irak o desde Vietnam. O el terrorismo religioso recordándonos el 11- M de 2004. Demasiada utilización.
Al terminar esta función, Teatro Factoría deberá coger los trastos, -cuidar algo más el vestuario- y continuar su ruta, su gira por todas las salas. Un montaje de ruptura que debería verse en todas partes.
Enrique Centeno

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