miércoles, 9 de marzo de 2011

Tragicomedia Don Duardos ***

_______________________________________________________ Autor: Gil Vicente.
Versión de A. Zanora
Intérpretes: Francisco Merino, Fernando Cayo, Jesús Fuente,
Fernando Sendino, Clara Sanchis, María Álvarez, José Ramón Iglesias,
José Cocente Ramos, Savitri Ceballos, Daniel Albadalejo, Eva Tarancón,
Arturo Querejeta, Nuria Mencía.
Vestuario: Deborah Macías.
Escenografía: Richard Cenier.
Música: Alicia Lázaro.
Dirección: Ana Zamora.
Teatro: Pavón, CNTC. (15.2.2006)
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Hacía tiempo que no veíamos en la Compañía Nacional de Teatro Clásico un montaje leal donde poder gozar, conocer y comprender la época, sin falsear a los clásicos con directores deseosos de exhibir sus propias creaciones.
     De Vicente Gil (¿1470-1536?), autor portugués- castellano, se nos muestra en este texto su encantadora poesía. Su teatro renacentista estaba ya en el pórtico del Siglo de Oro, cuando enseguida llegó la versificación logrando la popularidad de las fuentes surgidas desde el siglo XII –anónimo fue el más antiguo con Los Reyes Magos – hasta el definitivo Lope de Vega. La obra de Gil Vicente produce la ternura, dulzura y goce con sus octosílabos de pie quebrado: qué coplas de personajes tan bellos. Calificado por el autor como Tragicomedia, queda sobre todo en una obra de amor con un contrario militar noble. Es el sentido que afirmó: “Contra la muerte/ nadie no tiene valía”. Lo que le da sentido a la historia de Don Duardos es su enamoramiento de una campesina. Este personaje se ve obligado a fingir y aprender el mundo humilde: canciones, bailes, tratamientos y relaciones. La muestra de aquel mundo transcure entre la verdad y la fantasía mentida de Gil Vicente, protegido por su Rey. Por eso decimos que así se goza hoy la autoridad de la puesta en escena sin caer en la ruptura, versión e imaginación de la Historia y huida del Siglo de Oro.
    La directora Ana Zamora cuida su Renacimiento mimando el texto en cada actor, un reparto que, en conjunto, rima y canta con sus personajes (será injusto no citar, sobre todo, a Fernando Cayo, Fernando Sendino y Clara Sanchis). Son excelentes los músicos, que con la vihuela, el órgano, el laúd y la flauta logran –repetimos- el encanto del espectáculo. Se introduce el humor con la pobre “fea” del campo, interpretada por el actor –sin afeitarse, que está de moda- lleno de amor.
Enrique Centeno

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