domingo, 14 de noviembre de 2010

Santa Perpetua **

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Autora y dirección: Laila Ripoll.
Intérpretes: Manuel Agredano, Marcos León,
Mariano Llorente, Juan Ripoll.
Escenografía: Arturo Martín Burgos.
Vestuario: Almudena Rguez.
Iluminación: Luis Perdiguero.
Teatro: Sala Cuarta Pared. (11.11.2010)
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Durante los setenta y cinco minutos de esta función, va marchitándose  Santa Perpetua. Su acción transcurre en un siniestro cuarto, barroco y amarillento, y parece que está a punto de morir, pero mantiene sus broncas, insultos, mentiras y exigencias. Es un sujeto de cuerpo vacío, con una edad centenaria, rostro cadavérico, como una bruja de cuentos, y una voz que no llega a ser masculina ni femenina. Esta santa puede dar pena, provocar carcajadas o hacer  sentir desprecio. Le ha correspondido al actor Marcos León, que lo hace formidablemente. A su alrededor, como moscas, están los depredadores, deformados, con camisones blancos, tal vez procedentes de un sanatorio psiquiátrico e eclesiástico. De esta virtuosa se duda hasta de su sexo, al principio de mujer, y finalmente como un travestí. Es tan dudoso, que, tras su muerte, los dos zombis le abren las piernas y obtienen fotos de sus interiores para averiguar si posee pene o vagina.
    De nuevo, Laila Ripoll ha querido referirse a la Guerra Civil -La ciudad sitiada, 1999-, con sus obligadas y no reprochables influencias. En su Árbol de la esperanza (2008) -sobre Frida Kahlo, argumento sin relación- le atrajo también la pintora encamada hasta su extinción. En esta obra aparece volando Valle-Inclán en sus esperpentos –como Las galas del difunto-, el maestro y dramaturgo Enrique Buenaventura -La orgía-, o la más evidente Compañía La Zaranda –su último trabajo, Futuros difuntos-, pero, en todo caso, es la recuperación de nuestra memoria. En la horrorosa habitación, aparecerá un buscador de la verdad: le pide a la santa la devolución de la bicicleta que les fue robada. Interpretamos que se trata de un símbolo de los robos, de la prohibición y de las mentiras. Ella clama otra vez con entusiasmo a los nazis, los fascistas y falangistas, los ataques en España, Chile, Argentina, Paraguay o Camboya y Afganistán, sus amados asesinatos de los pueblos. En realidad Ripoll no busca la carcajada ni lo dramático, sino el homenaje.
    Ante el perfecto decorado de Antonio Martín Burgos y con el acertado vestuario de Almudena Rguez, consiguen todos los actores, -además del mencionado-, Manuel Agredano, Mariano Llorente y Juan Ripoll, una costosa y perfecta puesta en escena.
Enrique Centeno

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