sábado, 2 de abril de 2011

Carta de amor (como un suplicio chino) ***

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Autor: Fernando Arrabal.
Intérprete: María Jesús Vadés.
Iluminación: José Lus Alonso, Luis Martínez.
Centro Dramático Nacional.
Escenografía: Xavier Mascaró.
Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente.
Centro Dramático NacionalLugar: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía,
Madrid. (18.1.2002)
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Remitente, Arrabal

Parece que el teniente Arrabal Ruiz, padre del autor de esta Carta de amor, no quiso sumarse a la rebelión fascista el 18 de julio de 1936. Se encontraba en Mellla, y allí fue por ello detenido y condenado a muerte, pena que se le conmutó después por la de cadena perpetua. Le llevaron y trajeron por diversos penales de la Península desapareció en uno de ellos, el de Burgos, capital del Nuevo Imperio. Parece que huyó una noche entre la nieve, o que tal vez tuvo otro final desconocido, a pesar de las pesquisas que su hijo ha intentado.
    Parece también que la madre de Fernando Arrabal, esposa del teniente fiel a la República, ocultó a su hijo los hechos, y puede que incluso fuera ella misma la delatora de su marido. Si Arrabal cree de verdad esto, su Carta no es justa, porque le faltaría mucha más furia, mucha más sed de justicia por mucha madre de que se trate. Las cartas y las reflexiones las dice de una manera casi mágica la actriz María Jesús Valdés, a la que arropa una vestimenta de evocaciones griegas que bien podrían aludir a aquella Medea devoradora de sus hijos, porque en su extrema humanidad, el personaje –no el real, que lo ignoramos, sino el de la historia- sería tan despreciable como para no intentar ni siquiera escribirle una postal y, sin embargo, consigue casi justificar, o por los menos ocultar, su abyecta conducta.
 En la especie de cripta del Centro de Arte Reina Sofía, lúgubre y ceremonial, resuenan las palabras de Arrabal entre el rencor y la comprensión dichas por la Valdés de forma que no hay un momento para el respiro. Mucho tendrá que ver en ello también Juan Carlos Pérez de la Fuente cuidando ritmos, silencios, aprovechando el insólito espacio para crear el clima que pasa de la tragedia anunciada al drama convulsivo del personaje principal al otro protagonista, Arrabal, ausente pero inundando la escena en una confesión cruda de su propia vida. El espectáculo, una bella obra de arte externamente, es confesión, testimonio, purga, rabia, rendimiento de cuentas. Puede que todo lo que se dice no sea la verdad, naturalmente. A nosotros, que nos han contado siempre la historia mentida, nos ha emocionado ésta.
Enrique Centeno



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