miércoles, 9 de noviembre de 2011

Purgatorio ***

______________________________
Autor: Ariel Dorfman.
Intérpretes: Carme Elias, Viggo Mortensen.
Vestuario: Rosa García Andújar.
luminación: Ignasi Camprodo.
Dirección: Josep Maria Mestres.
Teatro: El Matadero. (4.11.2011)
______________________________


El odio y el perdón
Es ya muy cerca del final, cuando comprendemos que no estamos ante un Sanatorio Psicológico del Purgatorio. En su impoluta consulta, un clásico Doctor -bata blanca-, bloc en mano, comenzará a preguntar a la obligada paciente. Va tomando notas durante un interrogatorio continuo, cada vez más exigente, violento y acusador. Percusión, tecla a tecla, hasta alcanzar el máximo tono de la tensión. Es el método –lo veremos sucesivamente- utilizado para la confesión de los errores o los pecados de odio. Quien lo soporta, va defendiéndose y relatando sus vidas interiores. Después, comenzará lo inesperado.
    Ariel Dorfman siempre escribe su teatro casi únicamente textual. Más aún: en escenarios cerrados. Es un autor que siempre enriquece el lenguaje: sus ritmos, los crecimientos, su riqueza literaria. Y quizá lo más difícil: conseguir mantener a dos únicos personajes. En la primera escena mencionada, ella –no se pronuncia ningún nombre, ni siquiera a los individuos de referencia- terminará vencida a pesar de su defensa. ¿Es verdad que mantiene aún su ira? ¿Quizá justificando sus salvajadas? Es él quien quizá busca la venganza, el odio y la crueldad mental.
 Aquí no hay ventanas, ni un aire lejos de las paredes. Una A puerta cerrada (Sartre), pero vigilada: el público lo contempla muy cerca, alrededor de los tres lados del escenario. Bien orgulloso debe de estar Dorfman al contar con este equipo. Y es que aquí está Elias, una de las grandes actrices de nuestro teatro; la tenía tan cerca, que esta vez me volvía a quedar estupefacto. El conocido actor de cine, Viggo Mortensen, hace un trabajo magnífico desde el momento en que finge ser el psicólogo. Posee una cálida voz y una riqueza de procedimientos: su leguaje argentino lo aprovecha, más todavía, en ese falso personaje, al igual que en los posteriores.
    El autor nos hace esperar para dar la vuelta: los hace salir por la inmóvil entrada y, apenas en unos momentos, aparecerá Elias transformada en doctora psicóloga, junto al acordado paciente de Mortensen. Será ya ella quien portará los guantes de lucha mental; dura, golpe tras golpe, en las preguntas sobre sus injusticias, su belicismo invasor. Hasta agotarle; acorralado y rendido, agachado ya contra la pared. No terminará aquí la batalla, repitiéndose el cambio de papeles, como se había convenido, con esta especie de Medea que confiesa el asesinato de sus dos hijos.
    Era, en realidad, una pareja que buscaba su recuperación. Dorfman quiere perdonar, con un Purgatorio de pecados, las dictaduras, los crímenes, tanto en sus tierras como en las Centroeuropeas. No lo hizo en su teatro social anterior; y ahora, como sentimental, prefiere el perdón, conseguir la rehabilitación, absolución y reconciliación. Nos gustaría ver esta obra en su Chile y Argentina, o en Bosnia y Serbia.
    Apasionante texto que ha dirigido Josep Maria Mestres magistralmente, para conseguir la pasión durante más de una hora y media de este cara a cara.
Enrique Centeno

No hay comentarios: