domingo, 22 de marzo de 2009

Noche de reyes ***

Dos comedias de Shakespeare en dos días: Medida por medida, en el teatro La Abadía y, después, en el Círculo de Bellas Artes, Noche de Reyes, dentro de la Muestra de Teatro de las Comunidades. Tras haber comentado el primero, aseguramos que éste último produce el mismo placer, el talento de este montaje del Centro Dramático Galego.
Este director, Quico Cadaval, no se ha detenido un momento en su fantasía y la imaginación humorística. Ha elegido una escenografía y un vestuario de los años veinte. Es una playa mediterránea, casi de elegantes turistas, de paseantes por las arenas, con fondos de franjas de colores vivos, blancos y añil, una especie de carpa para el recogimiento del baño. Y aquí, en este lugar, Iliria, situó el autor la llegada de la joven Violeta, salvada de un naufragio. (Una Tempestad, como en su drama de Shakespeare). El original se refiere al país del mar Adriático, aunque en esta representación no se aproxima mucho a aquel lugar. La plástica se acerca más al Mediterráneo valenciano: más aún, lo relacionamos porque, en éste hay un agradable pueblo, llamado Iliria, y, además, otro lugar en la playa, denominado Oliva, nombre de la Condesa Olivia de esta comedia. Coincidencias casuales.
La bella Viola –María Bouzas, estupenda actriz- decide buscar a su hermano gemelo, disfrazándose de varón. Conocemos que en el teatro isabelino no podían aparecer actrices y, aquí, se produce una doble transformación: el personaje pasa a vestirse de hombre y, finalmente, de nuevo, al verdadero personaje femenino. Vaya baile: el público debió partirse de risa. Entre nosotros es un procedimiento frecuente en los clásicos, con personajes femeninos en los que las actrices se vestían de hombre –para ocultarse, protegerse- tanto en los dramas –La vida es sueño, Calderón-, o en las comedias de capa y espada (Don Gil de las Calzas Verdes, Tirso de Molina). En la aparición del buscado SebastiánBorja Fernández, también un buen actor-, se abrazan los hermanos fuertemente, con besos en los que todos sus enamorados equivocan los sexos, sufriendo la imposibilidad de mantener su enamoramiento. En estas escenas concluye la función, entre las definitivas carcajadas sobre el triunfo del amor. Un feliz final, como deben terminar las comedias.
Quizá, los personajes más divertidos están entre la nobleza. Con aspecto de vagabundo, Festas -lo hace Víctor Mosqueira, brillante, quizá excesivo-, un antiguo bufón –lo es en el original- irónico y burlador, con versos cantados con la mandolina en mano. A su lado, el romántico Duque –estupendo Marcos Correa-, que busca, desesperadamente, un necesitado amor. Viste traje negro de rayas. No llega a llamarse Doménico Modugno, sino su normal Orsino. Pero canta aquellas canciones de Penso che un sogno così/ non retorna mai. Llega hasta sus gestos exhibicionistas con su micrófono: sólo faltó ganar el Festival de San Remo. Aunque esta Costa de la Riviera, podría también ser Iliria, oyendo, junto a la playa, la canción de Orsino: Mille violine sonati del vento, aunque, al menos en esta representación, sería imposible escuchar violines entre la juerga continua.
Enrique Centeno
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Autor: William Shakespeare.
Intérpretes: Suso Alonso, María Bouzas,
Xan Cejudo, Marcos Correa, Susana Sans,Borja Fernández,
Anabell Gago, Bernardo Martínez,
Víctor Mosqueira, Simone Negrín, José M. Olveira,
Ramón Orencio, Marcos Orsi.
Escenografía e iluminación: Baltasar Patiño.
Vestuario: Gilda Bonpresa.
Versión y dirección: Quico Cadaval.
Teatro: Círculo Bellas Artes. (16.3.2009)
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