Autor: Frederich Dürrenmatt
Traducción: Moguel Sáenz.
Intérpretes: Nuria Espert, José Luis Gómez, Jordi Bosch.
Escenografía y vestuario: Jean-Pierre Vergier.
Dirección: Georges Lavaudant.
Teatro: La Abadía (27.9.2007)
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De un modo distinto al de Albee, August Strindberg trató la ruptura de la pareja de matrimonio hace un siglo, en su Danza de la muerte (1900). La leyó en dos ocasiones Friederich Dürrenmatt, impresionado por estos personajes, y confesó que concibió su obra titulándola Play Strindberg (1968). Lejos de ocultarlo, utiliza este nombre al que rehízo. Y escribe que “la forma habitual de adaptar a Srindberg, mediante cortes, transposiciones, e inserciones textuales, le falsifican, lo cual es aún más grave en la medida en que se pretende interpretar al auténtico Strindberg”. Deberían aprenderlo estos inaceptables directores y dramaturgos, que vemos continuamente con Chéjov, Ibsen, Eurípides o Hampton, por citar lo que va ya en los primeros espectáculos de esta temporada. Por eso, aprovecharemos para señalar las palabras de Dürrenmatt.
El director, Georges Lavaudant, utiliza una plataforma giratoria para marcar espacialmente la danza o el baile cruel entre Alice y Edgar. Sus silencios, discusiones y luchas de púgiles, van buscando sus victorias en doce asaltos. Hasta que uno de ellos, la mujer, logra noquear e incluso matar al enemigo. Friedrich ha introducido la ayuda de un árbitro, el falso amigo Kart -Jordi Bosch, un buen actor- que pone en marcha su rencor hacia él y el deseo sexual hacia la mujer, a quien consigue llevarse a la alcoba.
La impresionante lucha entre Espert y Gómez –esta obra es imposible montarla con dos monstruos- la siguen los espectadores entre golpes y caídas hasta el K.O.; adivinando el final de esa macabra Danza de la muerte. Se aplaude con fuerza a los actores, y se une a ellos el inteligente director, así como el escenógrafo Jean-Pierre Vergier.
Enrique Centeno
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