sábado, 17 de abril de 2010

El balcón ***

_____________________________________________
Autor: Jean Genet.

Intérpretes: Noelia Benítez, Paco Maestre, Yolanda Ulloa,
Sonia de Rojas, Celis Nadal, Rafael Núñez, Sergio Macías,
Raúl Sanz, Mahue Andújar, Fernando Sansegundo,
Alfonso Delgado, Fernando Ruiz, Nadia Doménech,
Víctor Anciones, Luis Martínez-Arasa, Ricardo Maya,
Paco Carrillo, Sonia Ofelia,Santos.
Vestuario: Begoña del Valle.
Iluminación: Jaime Llerins.
Escenografía: Nicolás Bueno.
Dramaturgia y dirección: Ángel Facio.
Teatro: El Matadero (Teatro Español). (8.4.2010)
______________________________________________
Quizá está en El balcón la obra más compleja de Genet. Uno de sus laberintos alrededor del poder y de su fantasía, característicos igual en sus dos obras más representadas, Alta vigilancia -la primera de sus piezas- y Las criadas. Al director Ángel Facio le atrae, de nuevo, las máscaras del poder, sea Lope de Rueda, Valle-Inclán o Genet, de quien montó, hace ya diez años (Sala Olimpia, 2.10.1999), Ella, obra última y póstuma. Se cumple ahora el centenario de Jean Genet (1910-1986), cuyo estreno de El balcón tuvo lugar en 1957. Fue muy protestada, igual que puede serlo ahora.
    Se trata de una de las fantasías, o de fantasmas, con un disparo teatral que asusta. Como su propia biografía, desde la adolescencia –hijo ilegal, abandonado- como delincuente, ladrón y prostituto homosexual, hasta llegar al asesinato. Condenado a muerte y perdonado tras viajar de una cárcel a otra: es famosa la determinación de Jean-Paul Sartre como “el dios de Genet”. Fue en una de sus celdas donde escribió su primer texto, que salió de allí por curiosas circunstancias, y que fue admirado por la intelectualidad parisina.
    Cuando asistíamos a este montaje, sabíamos que Facio no iba a echar ninguna persiana a este balcón. Es una casa de burdel, de hermoso estilo Art Noveau, que regenta Madame Irma, mujer enérgica en su organización. Un personaje que une a su carácter el oculto cariño sentimental, e incluye su disparatado amor al violento explotador de las ganancias, como dueño, que llegará a serlo de todo el país. Interpreta a esta madame Yolanda Ulloa -ya hizo una de Las señoritas de Avignon, de Jaime Salom-, riquísima en su creación, y que es el centro humano de esta inquietante obra. Es acompañada por su ayudanta Elías, de igual fondo de ternura que hace Noelia Benítez. Y desde la gran sala del prostíbulo -El balcón, se llama- se escuchan, antes del comienzo y durante toda la función, los bombardeos de la ciudad defendida en su ocupación militar.
    Es en la segunda planta donde Genet provocará con las escenas más brutales. Son dormitorios en los que iremos viendo a los representantes de una sociedad. Espejos malditos que nos permiten contemplarlos. El formidable escenógrafo, Nicolás Bueno, los ha conseguido –con la iluminación de Jaime Llerins- mediante transparencias en los diferentes intestinos. E iremos viendo la exposición de los poderes. En la primera habitación –los vemos siempre tras el filtro de las puertas- comenzará el primer cliente: un obispo, con su desnuda prostituta, carnoso y baboso que vestirá después sus trajes litúrgicos y, sujeto al dorado báculo, soltará un discurso cristiano sobre el mundo y la tierra. No recuerdo dónde leímos que Genet deseaba que El balcón fuese representado en una catedral; ignoramos si Facio lo intentó o no. El pobre actor, el magnífico Paco Maestre, al que siempre vemos en sus interpretaciones, hace un monólogo estremecedor. Por lo que fuere, a la vecina de mi butaca –al día siguiente del estreno-, con todo su derecho y su legítima reacción, le salían carcajadas, pero todo el teatro quedaba sin respiro ante la fuerza de la escena.
   Las imágenes van trasladándose en una secuencia brutal, un surrealismo que nos recuerda a Buñuel. El segundo –son todos disfraces que encargan los folladores-, será un juez -estupendo Sergio Macías-, sádico que maltrata a su correspondiente prostituta y le exige, ya poniéndose de rodillas, perdonarle por sus injusticias. Pasaremos por el general – Rafael Núñez, estupendo-, que convierte a la mujer, de patas, en un caballo donde se monta hacia su guerra. Y así, un soldado, junto a su meretriz, caído en el frente. Sentíamos en las actrices y actores, la admiración de interpretar a estos desafortunados personajes, y todo el equipo nos emocionaba.
    Triunfaron los tres poderes. Y será el temido jefe de policía, ya dueño de la ciudad. Lo hace con mucho entusiasmo el buen actor Fernando Sansegundo, convirtiéndolo en un atacador, pero sin la bien conocida inteligencia y astucia del policía torturador.
    Ha terminado la guerra, y se continuará luchando por la libertad. Durante el entreacto, un grupo de anarquistas, desde una tarima, envía al público el mitin y su himno, “Negras tormentas agitan los aires…” Y ya en la sala, se montarán los últimos momentos de la obra –mientras se comunica que se estaba construyendo un monumento a los vencedores- cuando en armas, envían a los espectadores sus voces entre octavillas -que contienen un texto publicado en 1907 por el periódico Porvenir del obrero-. En el fondo de la sala, un decorado balcón en cuyo palco se exhiben los personajes de los tres poderes y el Policía Social. No nos gustó la decisión de esta escena, en la que el director prefiere recurrir, sin necesidad, a nuestra dictadura: sin toda la Historia y la propia actualidad. En todo caso, el espectáculo emocionaba, asustaba y lo aplaudíamos con entusiasmo.
Enrique Centeno

No hay comentarios: