viernes, 9 de marzo de 2012

Follies ***

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Libreto: James Goldman.
Música y letras: Stephen Sondheim.
Traducción: Roser Batalla.
Dirección Musical: Pep Pladellorens.
Intérpretes: Vicky Peña, Carlos Hipólito, Muntsa Rius, Pep Molina, 
Massiel, Asunción Balaguer, Linda Mirabal, Teresa Vallicrosa, 
Mónica López, Marta Capel Diego Rodríguez, Julia Möller, Ángel Ruiz, 
Joanna Estebanell, Mamen García, Lorenzo Valverde, Josep Ruiz, Gonzalo
de Salvador, Nelson Toledo, María Cirici, Marisa Gerardi, Antonio Villa.
Escenografía: Juan Sanz y Miguel Ángel Coso.
Vestuario: Antonio Belart.
Iluminación: Paco Ariza.
Dirección: Mario Gas.
Teatro: Español. (10.2.2012)
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FOTOGRAFÍAS DE ROS RIBAS
De alegría y de dolor

Quiso Stephen Sondheim (1930) dedicar un homenaje a las antiguas Follies  de los años cuarenta, con el libreto de James Goldman (1927-1998). (Lo que podríamos relacionar con nuestras “Variedades”). La nostalgia de aquel mundo es el agridulce de la felicidad y la tristeza. No se ha conformado con un brillante musical: quiere dramatizar, con intenso amor,  a los propios artistas. Produce este espectáculo -continuamente montado en numerosos países, desde su estreno en 1971- una liberal diversión que se entremezcla con fracasos sentimentales. En el texto no hay una historia lineal, sino las rupturas de ir y de volver a las relaciones de los cantantes y bailarines. Son magistrales combinaciones entre el drama y la comedia.
Asunción Balaguer
    En un ya destruido teatro de los años cuarenta –se construirá en él un garaje-, un importante productor organiza el reencuentro de los supervivientes del pasado. Una colección simpática en la que irán confesando en canciones sus propias situaciones.
   Es sincera y entrañable la canción de Hattie Walker, que mantiene sus sueños de entonces, y en su vejez sigue soñando con los carteles y luces de neón: “Soy corista, que canto y también bailo”, asegura. Lo hace la querida actriz Asunción Balaguer, con voz grave y tropezada -nunca había cantado- que, bajo su foco, lo interpreta produciendo la emoción del público; podría ser el personaje de ella misma. Son diversos monólogos musicales, en los que cada uno va pasando al primer término. Y así iremos conociendo sus evoluciones. Del hundimiento a la calle, la prostitución o fracasos en sus matrimonios. Todo un elenco formidable, con Teresa Vallicrosa, Mónica López -vaya regalos-, Massiel y Minda Mirabel (soprano). Entre el gozoso encuentro de los viejos actores, esa línea empezó a marcar  esas trayectorias de los desastres en las convivencias. Los protagonistas representan a un doble matrimonio, el de Phyllis –Vicky Peña- con Benjamin –Carlos Hipólito-, y el de Sally –Muntsa Rius- con Buddy –Pepe Molina -más regalos-, que irán confesando o descubriendo los ocultos sentimientos, engaños y frustraciones. Escenas de ironía y de  tensión que nadie se esperaba en este Follies.
Carlos Hipólito y Vicky Peña
 Cara a cara, Phylis soportará los insultos y el desprecio  de su marido. E Hipólito interpreta a este personaje con procedimientos singulares; de la risa a la ironía y la dureza y, finalmente, la crueldad verbal. Lo que hace también con asombro es el cambio de la dicción a la canción, sin perder un imaginado pentagrama.  Lo que no nos sorprende es la magistral actriz Peña, ya prestigiada igual en anteriores musicales. Un matrimonio de secretos y odios, como en las tragedias de O’Neill. Y en su última discusión, Phyllis responderá, entre las  copas de champán, con una brutal  canción cuyas verdades terminarán mostrando al patético marido. Así hizo el mutis dejándole vencido. Y la acompañó el público con sus aplausos.
Muntsa Rius y Pep Molina
     Fue tiempo del amor perdido: prefirió Benjamin separarse de Sally para elegir a la opulenta Phillis. Quiere ahora, sincera e inocente, recuperar aquella unión, a la que aún se aferra. Está en manos de una extraordinaria actriz -especialmente en musicales-, Muntsa Rius. Momentos entrañables en un nuevo encuentro solitario. Recuerdan juntos la felicidad, y las escenas  las representan simultáneamente los jóvenes -que hacen muy bien Julia Möller y Diego Rodríguez-, en una traslación temporal –flashback- con la misma huida del Benjamín. Procedimiento que se utiliza también con el otro matrimonio, a quienes interpretan Marta Capell y Ángel Ruiz.  Hay más aún. Conociéndolo su marido, Buddy, se producirá una violenta ruptura de la permanente amistad. Siempre pienso en ti, seguirá Sally cantando, agarrada a su maleta, en el andén de un tren donde reiniciará su final. 
Es uno de los momentos más emocionantes de la obra, y quizá el momento más genial de las canciones, con Rius en solitario caminando sobre el vapor de la locomotora. El actor Pep Molina está a la misma altura del reparto, lo que tampoco nos sorprende y cuya espléndida voz utiliza lo mismo para cantar como para hablar.
    
Sondheim rompe de nuevo su historia: surge, inesperadamente, un decorado de coloreadas luces, bombillas parpadeantes, la alfombra roja de la escalera de la vedette entre lujosos vestuarios y la coreografía espectacular. Hemos vuelto a la alegría del musical Follies: Hipólito de esmoquin, con bastón de baile y canciones, y Peña bajando los peldaños envuelta en un vestido provocador. Todo lo demás era un cuento.
En el centro, Muntsa Rius
A Mario Gas le da lo mismo montar una tragedia, un drama o una comedia; con Eurípides, Vallle-Inclán, Miller o Priesley. Y borda también los musicales, sean Weill-Brecht (Ascensión  y caída de de la ciudad de Mahagonny), o el propio Sondheim (la tragedia de Sweeny Tood, el barbero de diabólico)  o la diversión ligera (A Little Night Music  y Golfos de Roma). Y aquí de nuevo demuestra su talento. La escenografía de 
Diego Rodríquez, Marta Capel, Julia Möller, Ángel Ruiz
Juan Sanz y Miguel Ángel Caso –hemos visto algunas similares ideas en la de Nueva York-, los brillantes vestuarios de Antonio Belart, la coreografía o la feliz música de la orquesta que dirige Pep Pladellorens: todo ello iluminado por Paco Ariza. El resultado del espectáculo –con diferentes opiniones-, es una altísima creación.
Enrique Centeno

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