Alberto Giménez, Andrés Herrera, Gonzalo de Castro,
Jorge Bosch, Alberto Iglesias.
Escenografía: Andrea D'Odorico.
Vestuario: Ana Rodrigo.
Iluminación: Paco Ariza.
Versión y dirección: Daniel Veronese.
Teatro: Español. (3.12.2009)
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Los siete personajes pertenecen a este siniestro despacho en el que se asciende, o se baja – ganadores o perdedores-, según las zancadillas, golpes o puntapiés. Es una obra casi exclusivamente textual, conversaciones y discusiones construidas con esa genial dramaturgia de Mamet. Obliga a escuchar, atentamente, la pelea y la mentira, atrapando al público, con imprescindibles grandes actores. Es natural que pensáramos en el impresionante reparto de la película; ciertamente, nuestros siete actores hacen un trabajo coral magnífico, brillante.
El director, Daniel Veronese, tiene la fortuna de contar con tantos talentos, y lo aprovecha muy bien para mantener o hacer crecer las tensiones; entre enfrentamientos, llantos, mentiras, traiciones y estafas. Hoy, la obra se contempla asintiendo esa realidad. Nuestros autores –sobre todo los jóvenes-, muchos de ellos excelentes, huyen del realismo social; prefieren crear historias fantásticas o pasadas. Los directores recurren así a títulos del teatro norteamericano. Sólo recordamos a un escritor español, Jordi Galderán –catalán- en la conocida obra El método Gronholm, también pasado al cine. Son excepciones. Mamet es siempre ejemplar, y preferíríamos ver nuestros escándalos; Glengarry Glen Rosse no es una imaginaria empresa. Son realidades cercanas, como recientes escándalos inmobiliarios con fichas de cliente para la corrupción, como el político del Bigotes o negociantes ambiciosos como el Pocero, y de alcaldes hasta llegar a Presidentes de autonomías. Esta obra teatral escenifica la compra utilizando obsequios como un Cadillac. Andan por aquí regalos para ladrones, cohechos con trajes a medida, relojes de lujo, palacetes o mansiones junto al mar de nuestras islas. Una geografía de corrupción –cuántos y cuántas negociantes- sin que Mamet conozca nuestro reino de los ladrillos, de empresas que hunden a todos. Se sale de este espectáculo, entre burlas, sonrisas y un sentimiento dulce por su acusación y amargo por la realidad.
Enrique Centeno
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