miércoles, 13 de mayo de 2009

Fuente Ovejuna ***

(Al levantarse el telón, se nos aparece una escena que no está formada por paredes perimetrales de tablas marrones, sino una construcción cilíndrica, amplia, en la que gira su estructura transformándose en la torre guerrera, la casa del Consejo del pueblo, la ermita donde veremos una boda –la de Laurencia, la protagonista, con unos bailes preciosos-, o la sala real. Eso no era nada: los actores no vestían trajes de Armani, ni vaqueros, y además no llevaban los rostros sin afeitar de dos días; ni cuidaban los cabellos a su gusto. Porque aquí había un vestuario del siglo XV, con cueros o cotas, cascos de militares guerreros con espadas y guanteletes. Al otro lado, campesinos de sayones, faldas de tela o lanas humildes, calzones y zapatillas.
En muchos montajes no hay mueble alguno, todo el mundo se sienta o se tumba por el suelo, como en Del rey abajo, ninguno. Resulta que aquí vemos sillas y sillones. Hay directores a quienes no les interesa nada nuestra Historia, su cultura o sus leyendas, pero este Fuente Ovejuna nos mostrará una obra de Lope de Vega. Un drama que ha creado el mito de un pueblo; un autor que, como Calderón o Tirso de Molina, inventó un nuevo teatro y cuyos cuatro siglos atrás se desean trasladar a nuestros días).
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Lope de Vega presenta, en sus dos primeras escenas, las dos clases separadas: la religiosa y militar Orden de Calatrava, (un ejército belicoso, enérgico, que ocupará la Villa de Fuenteovejuna), y la placidez de dos jóvenes aldeanas que sonríen en conversaciones acerca de seducciones y cariños con los mozos. Lavan junto a la orilla de las aguas del río –un elemento que en nuestra poesía representa el correr del amor-, bajo un brillante sol; al otro lado la sombra tenebrosa. Este autor construye de tal modo, que el público ya prevé cómo se quebrará ese mundo. La aparición del Comendador ante la inocente Laurencia es ya, definitivamente, la tragedia de esta joven violada. Una inocente que, finalmente, levantará al pueblo para tomar la justicia. Estos acontecimientos ocurrieron en esta villa cordobesa, y diversas obras son fundadas en esta realidad, como el drama similar e igual del famoso El alcalde de Zalamea -de Calderón, situado en Badajoz-, y que algunos directores prefieren trasladar de lugares y en el tiempo.
El represor lo interpreta estupendamente el actor Alberto Jiménez, ya conocedor del teatro clásico. Lidia Otón hace con mucha frescura cualquier escena, y siempre esperamos el conocido monólogo de Laurencia enfrentándose al pueblo tras su violación. Es un largo romance en el que llora, acusa y rechaza, violentamente, la sumisión a los hombres, a quien les muestran su cuerpo golpeado y herido. La han vestido de rojo, situándola en el centro, casi inmóvil sobre una tarima, con una interpretación extraordinaria, un sueño de las actrices, en el que Otón se lanza sin miedo y logra la genialidad.

Fuente Ovejuna es la obra más conocida de nuestro autor. El británico director Laurence Boswell trabaja en el Royal Theatre Shakespeare, y es su conocimiento el que le lleva al respeto y la visión. Proceden también de Inglaterra el escenógrafo, el diseñador del vestuario y el iluminador, sin empeñarse en inventar una versión actual.
Tal vez el vestuario militar o las túnicas de la Orden excedan el estilo, pero es indiscutible la perfección estética y realista del mundo campesino. La escenografía –Jeremy Herbert, con otros trabajos en Court Theater- es hermosa, utilísima para las diversas escenas (todo ello con una rica iluminación), y que, por cierto, es muy similar a la Dietlind Konold, en Medida por medida, (Shakespeare), que vimos en esta misma temporada en el teatro La Abadía de Madrid.
Todos los personajes forman continuamente una sabia distribución como en una tabla plástica de ajedrez. El reparto hace un trabajo magnífico, tanto los citados como Gerardo Malla –Alcalde-, Roberto Mori -Frondoso-, Inge San Juan –Pascuala- y, prácticamente, todo el conjunto; imposible de mencionar a los cerca de treinta intérpretes. Buena colocación de voces, de tonos y juegos armónicos que da placer escuchar. El director no se ha ocupado de la versificación del Fénix, y permite la prosificación –escondiendo la rima y la métrica-, probablemente desconociendo suficientemente nuestra lengua.
Enrique Centeno
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Autor: Lope de Vega. Versión de Roswoll y Rakatá.
Intérpretes: Alberto Jiménez, Jesús Fuente, Luis Moreno,
Gerardo Malla, Cristóbal Suárez, Inge San Juan,
Lidia Otón, Óscar Zafra, Bruno Ciordia, Roberto Mori,
Mario Vedoya, Paco Luques, Rodrigo Arribas, Elia Muñoz,
Emilio Buale, Jesús Teyssiere, Alejandro Sáenz, Andrés Rus,
Alicia Garau, Ana María Montero, Begoña Navarro, y otros.
Vestuario: Catriona Mc Phee.
Escenografía: Jeremy Herbert.
Música: Pascual Gaigne.
Dirección: Laurence Doswell.
(Rakatá)
Teatro: Canal. (7.5.2009)
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