domingo, 13 de junio de 2010

Tambores na noite ***

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Autor: Bertolt Brecht
Traducción: Claudia J. Fischer.

Intérpretes: Emilio Silvestre, Fernando Moreira, Joana Nanuel,
João Castro, Jorge Mota, José Eduardo Silva, Luís Araújo,
Marta Freitas, Paulo Freixinho, Sara Carinhas, Pedro Jorge Ribeiro.
Dirección y escenografía: Nuno Carinhas.
Compañía TNSJ.
Teatro: El Matadero (Teatro Español). (10.6.2010)
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La estremecedora conclusión la representa el director con la imagen de cochecitos de bebé, solitarios en una ciudad vacía; es como la esperanza de los recién nacidos tras el silencio de los tambores de guerra. En la función nos ha hecho también escuchar el poema donde el dramaturgo se presentaba a sí mismo, recordándonos su primer verso: “Yo, Bertolt Brecht, vengo de la Selva Negra/ y mi madre me llevó a las ciudades”, y la acción se traslada, durante una gran parte, a la vieja África, reprimida y atacada –la obra fue escrita en 1922-, y que podemos conocer, igualmente, en cualquier lucha bélica. Siempre lo ha querido mostrar Brecht en varias de sus obras, tales como Madre Coraje y sus hijos –lo mencionamos por haber sido montada hace poco-, o el Schweyk en la segunda guerra mundial, con aquél soldado que aquí se llama Andreas Kragler –lo hace magníficamente Paulo Freixinho- en estos Tambores en la noche.
    En el primer acto, quiso también el escritor mostrar una comedia jocosa, el retrato, grotesca y crítica alrededor de una cena familiar –como en La boda de los pequeños burgueses - que celebra la próxima boda del novio, Murk -también formidable el actor Pedro Frias- con la obligada  hija, Anna, enamorada de su soldado. La farsa, entre la burla y el ataque, es quizá lo que no ha dominado el director, Nuno Carinhas. A continuación, hace una representación trágica riquísima en acciones y en las cuidadísimas voces del formidable reparto del Teatro Nacional São João.
    Suenan los tambores entre conversaciones y enfrentamientos, en la casa o en el café –el camarero, que hace brillantemente Luís Araújo, es un personaje central entre mesas y espejos de visiones, junto al periodista, que llega a gritar una de las canciones de Brecht-, y vamos conociendo más a este interesante y estúpido Friedrich Murk.
    La luna roja inunda las noches de los tiempos, mientras sigue en la guerra el soldado perdido; esperaremos con deseo su aparición: agotado, con su viejo y ruinoso uniforme de cansadas botas, va soltando arena y piedras de los arrastrados desiertos. Durante toda la función la frágil Anna parece volar con los ojos perdidos, como una especie de amapola rendida ante el deseo de Kraglel. Es la joven actriz Sara Carinhas quien pasea por el escenario con una interpretación impresionante. Todo el equipo de actores, sobre la escenografía del propio director, Carinhas, consigue emocionar y al mismo tiempo, representar un Brecht auténtico.
Enrique Centeno

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