jueves, 19 de enero de 2012

El cordero de ojos azules **

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Autor: Gonzalo Demaría.
Intérpretes: Leonor Manso, Carlos Belloso, 
Guillermo Berthold.
Música: Gerardo Gardelin.
Vestuario: Julio Suárez.
Escenografía: Gonzalo Córdova.
Dirección: Luciano Cáceres.
Teatro: Fernán-Gómez. (13.1.2012)
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La epidemia del efectismo

Nos menciona el autor argentino Gonzalo Demaría, la peste que , en 1871, asoló la ciudad de Buenos Aires con miles de víctimas y muertos. E imagina que, en una especie de sótano, aislado en la Catedral, permaneció encerrado un pintor –madrileño- a  quien se le había encargado un cuadro de Santa Lucía –no sabemos por qué-, sin contar con una modelo para posar.
    En aquel lugar se encuentra la encargada –canonesa-, quien confiesa ser fea y nada inspiradora. Cuenta datos de su vida, y del hijo que tuvo con el Monseñor. Este personaje es quien atrae toda la representación, gracias a la extraordinaria actriz Leonor Manso, a quien pudimos admirar hace tres años en este mismo lugar. Lo dirigía el excelente director Luciano Cáceres, como en este El cordero de ojos azules. Junto al actor Carlos Belloso, hace una puesta en escena plena de tensiones, excesivamente permanentes, con interpretaciones algo engoladas y exhibicionistas, en una continuidad sin curvas dramáticas que  nos llega a cansar.
(Va un recuerdo a nuestro querido autor, Alberto Miralles (1940-2004), que en el mismo escenario estrenó su magnífico Píntame en la eternidad (1998), donde allí los  pinceles retrataban al Papa).
    Buscando el pintor –homosexual- una salida para su cuadro, una especie de ángel misterioso aparecerá en escena. Un joven rubio y hermoso, de ojos azules –Guillermo Berthold-, que ante su desnudez –sin una sola palabra- quiere entonces el artista realizar su cuadro. Es un rico espacio recargado, con iluminaciones sobre plásticas expresionistas. Todo es espectáculo en un barroquismo cansino –cruces, viejos muebles o cacharros, una especie de trastero  subterráneo-, mostrándose al final una estampa donde el actor aparecerá componiendo uno de los famosos cuadros de San Sebastián, muerto bajo las flechas: ese efectismo que buscan el autor y su director.
Enrique Centeno  

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