viernes, 6 de noviembre de 2009

Ítaca **

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Autor: Basado en La Odisea, de Homero, por F. Suárez.
Versión de Félix Grande.
Música: Juan de Pura.
Intérpretes: Antonio Medina, Alicia Agut, Vicky Lagos, Alejandro Albarracín,
Miguel Molina, Guillermo Montesinos, Esperanza Roy, Raquel Gribler,
Zulima Membra, Gorka Zubeldia, Damià Plensa, Paco Gallego, Pablo Menasanch,
Macarena Vargas, María Isasi.
Cantaores: Aurora Losada, Juan de Pura y coro.
Pablo Suéz (piano), Daniel Suárez, Nacho Arimany (percusión).
Vestuario: Alejandro Andújar.
Iluminación: Ramón Loredo.
Escenografía: Ricardo Sánchez.
Dramaturgia y Dirección: Francisco Suárez.
Teatro: Español. (14.11.2006)

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Una versión o visión de La Odisea, sirven a Félix Grande y a Francisco Suárez –también director- para este ambicioso espectáculo. La peripecia de esta historia decepciona, con un intento de poema épico sobre aquel largo viaje de Ulises, rey de Ítaca, plagado de aventuras con la victoria del regresar a casa y lograr la paz. Ya comprendimos que el montaje de Ítaca era una verdadera odisea de dos horas: a lo largo de errores o ignorancias, tanto en la dirección como en la compañía. Algunos intérpretes lo sabían bien y conseguían salvarse como podían.
Una hermosa escenografía –inquietante en sus contraluces- forma una estación de tren, ocupado por el pueblo gitano al que traslada el ejército de Hitler hacia el destierro y la muerte. Una Jefa de Estación, como un ángel aparecido que les entretiene leyéndoles el canto de Homero, así titulado. Fragmentos cortados; aventuras con moldes; acciones perdidas en tonos poéticos; con acciones de escenas ingenuas. La lectura pertenece a diferentes capítulos, que los gitanos van intentando representar en el andén. Un retablo lleno de arte flamenco, bailes y canciones que entusiasman. Esta obra teatral no consigue llegar al argumento dramático, como tampoco se trata de danza española. Se monta alrededor de un viaje a Ítaca, desde la India a Europa, en su ataque para la extinción en la Guerra Mundial. Siempre con bailes y canciones tópicas, muy alejadas de la poesía homérica. Por allí andan algunos calós como actores de personajes, con voces sobre una falsilla pobre, que disminuyen al pretendido Ulises.
Sea verdad o no, se afirma que Homero fue ciego, poeta andante cuyos versos fueron pasados al papel después de varios años. Este director posee vista, naturalmente. Pero a penas sentido del ritmo y de la construcción, a costa de la creación textual del reconocido poeta Félix Grande. Hemos leído después sus versos para la función, y no llegamos a comprender que desciendan en este montaje. Algunos actores logran salir con dignidad, como Alicia Agut, Vicky Lagos, Guillermo Montesinos, Antonio Medina y Esperanza Roy –con un monólogo de aplausos- en el interminable reparto. El resultado, queda dicho, no puede resistir los cantos de sirenas, por mucho que ayuden los cantaores y las guitarras.
La última escena regresa a la realidad de la estación. Aquí, el pueblo gitano, tras terminar la parada del tren, será conducido en esos vagones hacia la muerte. Un final estéticamente conseguido, como en muchas escenas de esta gran producción.
Enrique Centeno

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