miércoles, 16 de marzo de 2011

Woyzeck **

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Autor: Georg Büchner.

Versión: Juan Mayorga.
Intérpretes: Javier Gutiérrez, Markos Marín, Chani Marín, Jesús Noguera,
Helio Pedregal, Lucía Quintana, Sergio Sánchez, Marina María Sereseski,
Mariano Martín, Trinidad Iglesias, Andoni Larrabeiti, Jon Bermúdez,
Críspulo Cabezas, Sara Sierra, Elena Castañeda, Ana Marita Zafra.
Escenografía: Max Gleenzel y Estel Cristià.
Iluminación: Juan Gómez-Cornejo.
Vestuario: Alejandro Andújar.
Movimiento escénico y coreografía: Chevi Muraday.
Dirección: Gerardo Vera.
Teatro: María Guerrero. (CDN) (11.3.2011)
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Reza otra vez el soldado Woyzeck. Conocido y necesario, siempre para poder admirarlo y emocionarse, y necesario para quienes aún no conozcan este anticipado teatro que escribió Georg Büchner. (Se ofrecen varios montajes en las anteriores páginas del blog).
    Juan Mayorga se ha ocupado de adaptar esta tragedia que el autor dejó algo desordenada e incluso incompleta. Un manuscrito aparecido en un cuaderno tras su muerte (v. 1830-1837), y que tardó casi medio siglo en ser publicado. El texto contiene 25 escenas, cortadas y enlazadas sin sucesión, y un final imaginable pero no presente. Entre los personajes internos, una es la Coplera, y se monta como prólogo inicial. A Gerardo Vera le gusta Brecht -quien conoció la obra de su compatriota Büchner-, y ha utilizado esa distanciación montando una barraca o teatrillo portátil, verbenero, con una compañía que anuncia y avanza la verdadera historia de Woyzeck, entre la diversiones y la tragedia social. Brillantísima escenografía de Glaenzel y de Cristià, iluminada por Juan Gómez-Cornejo. Juegos de lucimiento coreógrafico entre bailes, rupturas y textos en altavoz. Oiremos, entre otras, la copla popular sobre los acontecimientos: “Esta es una triste balada./ La historia de un pobre Woyzeck; / de él nunca se supo nada/ después de lo que os contaré/ ¡Pobre Woyzeck! ¡Oh, pobre Woyzeck!” (Este texto puede no ser idéntico al de esta versión).
    Con este decorado, toda la historia aparece hundida en un ambiente tenebroso. Un justo expresionismo que, sin embargo, impide crear escenas vivientes. Se ha construido en la zona central una baja fosa que sirve para recoger algunos de los momentos más íntimos. Es aquí –o así lo podemos pensar- la casa de Woyzeck y Marie, mujer que ha olvidado ya su amor entre rechazos, desprecios y protestas por la pobreza y su maternidad. Aquí sucede una de las perfectas escenas de la obra. La sensualidad de Marie y el macho Tambor Mayor que poseerá a la mujer -y que más tarde la abandonará-, en una apasionante y plástica composición: con dos formidables intérpretes, tanto Lucía Quintana, como Markos Marín.
    El mismo espacio sirve para formar un pantano en el que se encorvan las altas cañas que deben recoger tanto Woyzeck como Andrés, compañero de la pobreza, en conversaciones sobre la carencia, personaje que interpreta con talento Chani Martín.
    La primera acción de la obra es siempre sorprendente, potente, en la que nuestro soldadito, barbero del cuartel, afeita al Capitán -Jesús Noguero, perfecto- en movimientos corporales que acercan el filo de la navaja a su cuello como una tentación. Es en realidad el comportamiento del mando y del criado. Desde este momento nos enseña Büchner el poder y la sumisión, el conocimiento ante la ignorancia. La misma actitud tendrá el Doctor, decidiendo juntos hacer el experimento con Woyzeck, una cobaya humana. Con este médico hace una rica creación el actor Helio Pedregal.
    Son tantas humillaciones, miserias y metamorfosis médicas, que la desvergonzada y adúltera Marie terminará como estaba previsto en la tragedia; él se alejará con las ropas ya teñidas de sangre.
    Este tormentoso Woyzeck es complicado, necesita un análisis entre el levantamiento, sus reacciones ante la represión y la respuesta a su destrucción por el poder, la necesaria respuesta violenta y valiente. Javier Gutierrez es un estupendo actor, pero a este personaje no le ha terminado de entender o de reflejar. Lo hace un poco tonto, medio idiota, como con una mente pobre; no se acerca más allá de la inocencia o la espontaneidad criminal comprando ese cuchillo; no llegamos a comprender o a entender qué le está pasando durante la obra hasta llegar a su decisión final. Con todo respeto, aseguramos que el personaje se le ha escapado del todo.
    No es malo el montaje, pero no contiene la suficiente tensión en el viaje de Woyzeck.
Enrique Centeno

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