lunes, 5 de octubre de 2009

El Arquitecto y el Relojero **

_________________________
Autor: Jerónimo López Mozo.
Intérpretes: Antonio Canal,
Gary Piquer,
Juan Carlos González.
Vestuario: Gabriela Salaverri.
Escenografía: Alejandro Andújar.
Vídeo: Manuel Fernández.
Dirección: Luis Maluenda.
Teatro: Galileo. (2.2.2007)
_________________________

Es la Puerta del Sol de Madrid. Justamente en el conocido Kilómetro 0 se levanta el edificio Real Casa de Correos; en su torre, el reloj es atendido cuidadosamente desde mediados del siglo XIX. Es un aparato perfecto cuya máquina tuvo que ser desmontada y reincorporada por motivo de la modificación del edificio. El relojero ha mantenido con exactitud el giro de las agujas, testimonio de muchas historias ocurridas en el centro de España. El dramaturgo, Jerónimo López Mozo, se ha imaginado al Relojero junto al Arquitecto encargado del nuevo diseño para el edificio. El primero representará a quienes recuerdan el pasado y su memoria histórica; enfrente, el Arquitecto muestra su desconocimiento, incluyendo la negación de todos los hechos. Desea que se tachen y se eliminen las páginas de la Historia.
La conversación se desarrolla en el escenario interior de la torres, y el Relojero, de cierta edad –lo hace magníficamente Antonio Canal- va recordando y relatando hechos, como en un teatro que permite verlos desde allí arriba. Le informa de que el edificio fue construido por un arquitecto francés, y que ha sido dedicado, sucesivamente, como Gobierno Militar, Dirección General de Seguridad, y recientemente sede de la Comunidad de Madrid. En él se sitúa la acción de la obra.
El Arquitecto, nuevo y modernista -cuyo actor, Gary Piquer, por su buen trabajo parece como si fuese auténtico- como su Presidente, quiere ignorarlo todo: es un creador artístico, experto conocedor de los edificios de diversos países, como Japón y Estados Unidos, su cabeza es como un libro de fotos. Pero la del otro es como un reloj despertador desde el pasado. Sabe que allí se celebró el triunfo de la II República en 1933 y, tres años después, el levantamiento militar; que al final de la guerra, la entrada en Madrid fue el escaparate del ejército nacionalista. Y varias décadas de torturas en las sedes policiales, calabozos de detenidos y ventanales que daban a la parte posterior del edificio –callejón de Correos-, en cuyo patio fue asesinado un estudiante -concretamente, fue Enrique Ruano- arrojándole por la ventana. (En un calabozo se liquidó al personaje El Anarquista, de Valle-Inclán, en su Luces de Bohemia). Las defensas o negaciones del joven arquitecto van ascendiendo hasta la indignación del Relojero, dejando ya su enciclopedia histórica para romper los cristales y despreciar al Arquitecto y –sin aparecer en escena- al Presidente.
En esta obra –que obtuvo el Premio Carlos Arniches 2000- Jerónimo López Mozo lucha duramente –le ha sido muy difícil- para mantener la tensión; con largos diálogos que le llevan al barroquismo; tal vez pertenece más al humanismo que a la política y la historia. El espectador esperaba más la fuerza dramática anunciada al comienzo.
En la limitada producción, las doradas piezas de ruedas y engranajes se representan mediante proyecciones –también con algunos pasajes- y el director, Luis Maluenda, ha conseguido mantener –con estos dos actores poderosos- un ritmo casi imposible ante el enemigo: el cansancio de esa hora y media.
Enrique Centeno

No hay comentarios: