sábado, 20 de febrero de 2010

Madre Coraje y sus hijos ****



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Autor: Bertolt Brecht.Versión: Antonio Buero Vallejo.
Intérpretes: Malena Alterio, Mario Angulo, Mercè Aranega,
Críspulo Cabezas, José Pedro Carrión, Carmen Conesa, Gonzalo Cunill,
Paco Déniz, Tino Martínez.
Escenografía: Ricardo Sánchez-Cuerda, Gerardo Vera.
Vestuario: Alejandro Andújar.
Iluminación: Juan Gómez-Cornejo, Ion Anibal.
Música: Luis Delgado.
Videoescena: Álvaro Luna.
Diseño de sonido: Pepe Bel.
Piano: Mariano Marín.
Dirección: Gerardo Vera.
Teatro: Valle-Inclán (CDN).
(11.2.2010)
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Enseñaba Bertolt Brecht (1898-1954) en su teoría teatral El pequeño organon, que sus obras serían siempre fábulas o temas históricos que produjeran la reflexión del público, junto al placer y la diversión. Huido de Alemania en 1939, escribió en Suecia Madre Coraje y sus hijos. Bajo la invasión de su país por el nazismo, quiso utilizar un campo histórico para mostrar la continua tragedia de los países bélicos, y llevó su obra a un alejado mundo de tres siglos atrás: la Guerra de los Treinta Años, también centroeuropea, iniciada precisamente por el Reino Germánico. Su relato, en realidad no nos hace pensar en el siglo XVII, con católicos frente a reformistas y entre los poderes territoriales. La Madre Coraje estará igual en los campos de guerra, anteriores a los del propio Brecht, y le hubiera inspirado del mismo modo los acontecimientos de Afganistán, Irak o Israel: aquí están de nuevo las religiones y las fronteras. Y algunos directores han querido trasladar el original simplemente a las noticias actuales. Es la baratez que produce el robo de uno de los más importantes teatros del siglo XX. Quería Brecht que el público reconociera a sus personajes, identificarlos, encontrando la sociedad humana. Quería evitar la curiosidad o la tensión, impedir la hipnotización –así lo dijo- ante la escena. Tuvo que morir el dramaturgo para ser traicionado.
Afortunadamente, en el Centro Dramático Nacional ha montado Gerardo Vera un formidable espectáculo de Madre Coraje y sus hijos, respetando y obedeciendo –casi del todo- al autor, con caligrafía fiel de tintas apretadas, cuya versión hizo Antonio Bueno Vallejo (1966, estrenada por José Tamayo, casi el primer montaje de Brecht en España). Es quizá la mejor función de esta obra vista desde hace años. Es cierto que, en algunos momentos, provoca la pasión entre el público, pero mantiene, casi siempre, un mensaje antibalístico gracias a rupturas inteligentes, en ricas acciones, ritmos y plásticas. Arranca la historia con una canción de cabaret, que interpreta la prostituta viajera por las guerras. Lo hace impresionantemente Carmen Conesa. De las barricadas a los pelotazos, la seducción para un matrimonio hasta su viudez tras las batallas; entre bailes y noticias, otras canciones con músicas norteamericanas, insinuándonos nuestras guerras, siempre con esa encantadora Ybette. Aunque esto sí es una cierta falsedad, al utilizar, ajenas al original y muy diferentes, las músicas que creó Paul Dessau -colaborador de Brecht- y que compone bellamente Luis Delgado.
Es uno de los procedimientos brechtianos. Pedía el alemán rupturas en canciones, en interrupciones mediante carteles, narradores o proyecciones. Vera utiliza, además de las músicas, secuencias cinematográficas con cambios temporales mediante subtítulos. Arrastra Madre Coraje su carro de mercadería de viejos zapatos recogidos en los campos de batalla. Esta mujer, ya popularmente conocida, la interpreta asombrosamente Mercè Aranega, frenándose a la tentación del exhibicionismo. Se retiene a sí misma, se detiene pasando del personaje a la propia actriz. Nos referimos a ese difícil distanciamiento, porque nos hace conocer a la protagonista sin la exclusiva pasión dramática: su compleja maternidad, sus quejas, exigencias o humores, en los que entra y sale Aranega: es una verdadera lección lo que ofrece esta gran actriz.
Testimonio de la desesperación, el autor creó aquí uno de sus más duros personajes. Es el de Catalina, la hija sordomuda unida a la carreta hasta un final trágico. Lo consigue hacer, formidablemente, Malena Alterio. José Pedro Carrión interpreta con mucha inteligencia –utiliza sabiamente el estilo solicitado- a un Predicador tramposo, cínico en sus ironías y reflexivo. El fiel Caradequeso –así lo llama la madre-, inocente y sincero, robado en los caminos de guerra, es un encantador personaje que hace muy bien Críspulo Cabezas. Y el tercer hermano, el Cocinero, igualmente perdido tras numerosas escenas, es un hombre duro, violento, cambiante de situaciones, siempre con la gran fuerza que introduce Gonzalo Cunill -sin freno- con cuchillo de cocina -y de violencia-, fumador de una pipa que heredará su madre. Todo el reparto -como no citar a Walter Vidarte-, sin excepción, hace un magnífico trabajo sobre una de las más grandes obras de teatro.
Enrique Centeno

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