jueves, 30 de junio de 2011

Pippi Calzaslargas ****

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Autores: Sebastián y Götestam.
Intérpretes: Vanesa Fernández, Enrique Anaut, Edith Sierra,
Raquel Soto, Maurico Villa, Óscar Martínez,
Emilio Morales, Jorge Pérez, Leandro Rivera, Noemi Carrión, etc.
Vestuario: Mayte Álvarez.
Escenografía: Alfonso Barajas.
Coreografía: Osky Pimentel.
Dirección musical: Juan Cánovas.
Dirección: Ricard Reguant.
Teatro de Madrid. (22.12.2000)
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Esta ácrata de pelo rojo


Fue el icono infantil de los años 70, que muchos padres devoraban también ante el televisor, porque el personaje literario, creado por Astrid Lindgren, representaba lo que todos hubiéramos deseado ser de pequeños y, en algunos casos, lo que querríamos para nuestros hijos. Pippi solo se le podía haber ocurrido a una mujer, porque esta niña estrafalaria de pelo rojo, representa la libertad de su propia condición femenina, luchando contra los esquemas de un mundo que intenta echársela encima. Anárquica e independiente, la niña, aparentemente inconsciente, defiende un sistema de vida que horrorizó a no poca parte de nuestra sociedad de entonces, porque sus actitudes y comportamientos escandalizaban a las mentes bienpensantes. Lo cual, no hace falta decirlo, añadía un valor más a la rebelde pelirroja.
    Pippi, huérfana de madre y con un padre pirata, constituye una antiheroína libertaria. Se burla de la asistente social que intenta integrarla y hacer que abandone su vida en solitario. La niña detesta el colegio, que es su obligación; se lleva fatal con los policías, a los que pone en ridículo; prefiere a los ladrones que intentan robarla, porque ellos mismos son pobres y terminan por hacer amistad con ella. Y sólo un valor, el de la amistad, es capaz de enternecerla y de dar sentido a su vida.
    Regresa ahora Calzaslargas en forma de musical, en un espectáculo formidable en el que una muchacha, hasta hoy desconocida, Vanesa Fernández de Córdova, le presta su físico, su gesto y su magistral interpretación, tanto en los momentos hablados como en las canciones, lo mismo cuando se enreda con el público, y que hace mover sus calzas en bailes, coreografiados muy bien para servir al propio personaje. Están muy bien todos los demás, incluyendo al fantástico caballo y, desde luego, al estupendo decorado, una casa encantada que se abre y cierra, que se transforma por delante o por detrás, y por la que Pippi se mueve como un duende ácrata. Muchos actores, una música excelente sobre la cual se interpreta con perfecto sonido, y con mucho gusto. Un espectáculo colorista sin necesidad de ser ñoño. Una función para niños que, como entonces, disfruta todo el mundo. Un teatro que no confunde a los pequeños con los enanos de mente, y los trata con la inteligencia de la sueca Lingrend, la autora, quien concibió este revolucionario personaje. En el teatro de Madrid está, sin la menor duda, el mejor espectáculo infantil que se ha visto en la ciudad desde que este crítico tiene memoria. No llevar a sus hijos, amigo lector, sería imperdonable.
Enrique Centeno





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