lunes, 14 de septiembre de 2009

La cena de los generales **

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Autor: José Luis Alonso de Santos.
Intérpretes: Juanjo Cucalón, Sancho Gracia, Lorenzo Area,
Antonio Escribano, Jesús Prieto, Emilio Gómez,

Victor Manuel Dogar, César Oliver, Luis Muñiz, Adolfo de Grandy,
Ana Goya, Candela Arroyo, Juan de Mata, Lucía Bravo,
Virginia Mateo, Luis Garbayo, Borja Luna, Tomás Calleja.
Vestuario: Ana Rodríguez.
Iluminación: Juan Gómez Cornejo.
Escenografía: Andrea D'Odorico.
Dirección: Miguel Narros.
Teatro: Español. (3.9.2009)

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A los generales no los vemos cenar, y el comedor es como una reunión del poder militar a puerta cerrada: todo lo que vemos es la cocina, como un campo de batalla. Un enfrentamiento ya sin guerra tras la toma de Madrid, una ciudad donde los perdedores están en las cárceles, y los triunfadores vengándose. Son los presos quienes deberán guisar y luego servir junto a los falangistas.
Ocho presos son los que podrán cocinar para el General Franco, en un espacio que permitirá reencontrarse o conocer a los detenidos republicanos. José Luis Alonso de Santos adereza el menú con pimienta y perejil, mezclando a los leales y a los golpistas, con su habitual estilo entre la comedia y el drama, como en su última obra representadareestrenada- hace unos meses, Trampa para pájaros. Casi toda la función son golpes, de humor o de farsa, con un ridículo teniente de intendencia -cercano al esperpento del Cabo de Los cuernos de don Friolera- y, en el centro, un cambiante personaje, con su frac de maître, ausente u oculto en el restaurante del Hotel Palace, donde finge obedecer al oficial histérico y enloquecido ante la esperada llegada del Caudillo.
Hace ya más de tres décadas, llegó a España la primera y fulminante obra de Arnold Wesker La cocina. El estreno –quizá se hizo antes, pero lo desconozco- lo montó Miguel Narros en el Teatro Goya, de Madrid, –ya desaparecido- en 1973, con el asombro y un éxito completo. En sus inicios, Alonso de Santos quedó muy impresionado -hizo una humilde adaptación en una pequeña sala, de la que ha tomado La cena de los generales, que transcurre, claro está, en una cocina-. Aquello representaba una nueva savia inglesa, a la que se llamó Generación de jóvenes airados, y continuó con numerosos títulos como Sopa de pollo o Patatas fritas a voluntad, entre otras muchas –con dramaturgos comunes-, tras su primera, La cocina, que estrenó en 1957, cuando Wesker tenía 25 años. En aquella inolvidable cocina iban llegando desganados, los trabajadores, y entre los humos de los fogones iba subiendo el ritmo hasta alcanzar una locura desesperada y exhausta, sin fuerzas ya para salir del trabajo; la explotación.
Alonso de Santos vio el montaje de Narros y le ha encargado que lo haga también con su obra. El gran director ha metido las manos en la masa, y vuelve a ofrecer una vez más sus lecciones. La idea de La cena de los generales es una copia donde la juventud airada pasa a ser un invento acerca de un supuesto encuentro. Este juego no pasa de ser un pastel congelado. Demuestra la maestría de la construcción teatral en la que adopta una postura débil, con un excelente comercio para gran parte del público. Se escuchan tópicas zarzuelas -que canta con abuso uno de los presos-, folcloristas, coplistas o canciones de patio durante años de la posguerra; un truco que sirve para ir avanzando los tiempos de las escenas. La última es peligrosamente confusa o buscada. Se trata de una pareja republicana que se casa religiosamente, ante un cura “rojo” del penitenciario. Ella se ha disfrazado con un traje falangista –lo han conseguido quitándoselo a otra-, que le servirá para escapar. Y el final consiste en un largo baile de una pareja de vals con ella en brazos, subiendo a las cocinas, donde lucen los colores azules del vestido y su boina roja. Un canto de amor iluminado por focos cenitales de un cuento romántico entre este republicano y su ya esposa uniformada.
Todo el reparto – una veintena de intérpretes- es impecable, citando, forzosamente, a ese maître irónico y humorístico que hace Sancho Gracia, frente a un formidable actor, Juanjo Cucalón, como el Teniente, o la enérgica encargada que crea Ana Goya.
La potente producción consiguió abundantes aplausos; calientes, aunque no ardientes.
Enrique Centeno

1 comentario:

nuri dijo...

una obra magnifica. Geniales Sancho Gracia y Juanjo cucalón