martes, 29 de septiembre de 2009

Hotel Paradiso ****

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Creación: Hajo Schüler, Michael Vogel,
mas los mismos actores.Intérpretes: Anna Kistel, Sebastian,
Thomas Rascher, Frederich Rohn.
Vestuario: Eliseu R. Weide.
Máscaras: Hajo Schüle.
Dirección: Michael Vogel.
Compañía Flöz.
Teatro: La Abadía. (26.9.2009)

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Estuvimos espiando, desde la acera de enfrente, un viejo hotel que queríamos conocer para entrar como huéspedes. Se llama Hotel Paradiso, calificado con cinco estrellas, con el dorado lema ya amarillento. Veíamos el hall, y en la recepción había un señor, mayor, sin uniforme, que tras el mostrador parecía desganado. En este silencio, apareció una mujer vieja, apoyada en su bastón y con un plumero en la otra mano. Avanzó lentamente y -vaya sorpresa- comenzó a pasar el polvo por las paredes -lo pedían a voces-, subiéndose a una silla para alcanzar un viejo retrato, sin duda de los antiguos descendientes. La tranquilidad propiciaba una apacible felicidad. Y de pronto empezaron a llegar una colección de diversos personajes. Como un señor del que no me acuerdo, deportistas que salen corriendo con sus vestuarios adecuados. Una mujer presuntuosa, de altos tacones, pantalón ajustado, colorines, con el mentón levantado, se acerca exigiendo su habitación rodeada de un montón de llamativas maletas. Y desaparece después por la escalera. Sale del interior un gigantón carnicero, con la hachuela levantada como si buscara hacer chuletas a alguien, aunque vuelve a entrar con más energía, pudiendo escucharse su sierra eléctrica. En la recepción no hay alarma alguna.
No seré yo quien le cuente nada, pero allí entró un caco –con negro pasamontañas- que no pudo robar en la humilde caja, y temerosamente se hizo a sí mismo una croqueta con la alfombra; lo descubrieron -un poco cadáver- y tuvieron que ocultarlo en un banco-baúl, al escuchar a la policía. Efectivamente, entró una gabardina con un comisario dentro, engreído, junto al inspector; pero no lograron encontrar ni al muerto ni a los sospechosos. Aquel lugar me enamoró: sorprendía, desde luego, incluso con escándalos, pero todo el hotel mantenía un absoluto silencio. Era apasionante, de modo que allí me dirigí para pedir una habitación. Fue imposible, porque detrás de mí había más de doscientas personas, algunas que se partían de risa y otras carcajeándose. Al parecer, pretendían lo mismo que yo. Muchos nos quedamos otra vez en la acera, esperando que saliera alguien por la puerta giratoria. Estamos todavía mirando fijamente.
A la compañía Familia Flöz la conocimos aquí mismo, en el teatro de La Abadía (2008) con Teatro Delussio. Siguen igualmente fantásticos, mimos que ocultan sus rostros e incluso cubren las cabezas con ricas máscaras. Los actores se expresan, corporalmente, de una forma asombrosa. Son en total únicamente cuatro intérpretes, que se multiplican en breves momentos sin que podamos adivinar quién se ha cambiado o quién está dentro de cada traje. Siguen siendo sorprendentes, y desearemos que regresen otra vez más.
Enrique Centeno

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