sábado, 30 de abril de 2011

Una noche de primavera sin sueño **

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Autor: Enrique Jardie Poncela.
Intérpretres: Blanca Marsillach, Pedro Osinaga,
Adela Mengol,
Julia Trujillo, David Fernámdez, Vnesa Arévalo,
Pedro Javier.
EscenografíaGil Parrondo.
Dirección: Gerardo Malla.
Teatro: Centro Cultural de la Villa. (6.12.2001)
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Los balbuceos de Jardiel 


Fue la primera obra de Jardiel, y está bien que en su centenario, que se celebra con generosidad, se muestre al público esta Una noche de primavera sin sueño. Tenía el autor 26 años y no le satisfacía el teatro que se estaba haciendo. A otros, como a Valle o a Lorca, tampoco: optaron por la ruptura total mientras Jardiel trataba de buscar nuevos caminos al convencionalismo de la comedia de salón heredada del encorsetado Benavente. Lo consiguió en parte mucho después, porque esta obrita denota demasiadas herencias de ese conformismo escénico que dominó nuestros escenarios de espaldas a la cultura teatral europea. Balbucean en ellas las primeras genialidades de un humor fantástico, y también sus juegos con el lenguaje que son la proverbial cualidad del autor.
    No hay mucho más. Unas risitas –pocas, el día del estreno-, una construcción clásica de comedia a la manera antigua, una equívoca soflama contra las instituciones familiares como el matrimonio o la familia que, sin embargo, arregla del modo reaccionario que presidió toda su obra. Lo mejor de Jardiel está en su fantasía de títulos posteriores, donde oculta mejor ese mensaje conservador, tan patente aquí, y además sin el formidable humor que desarrolló después.
    No es mucho lo que se puede hacer con un texto tan elemental, de modo que el director, Gerardo Malla, ha utilizado sobre todo la habilidad dentro de la convención exigida y los intérpretes siguen esa pauta de colocar sus frases con elocuencia, en ocasiones con brillantez, y que quizá su gran mérito sea tratar de construir personajes sobe un texto falso e imposible de creer, porque la comedia se mueve entre la farsa y el naturalismo y, ni Blanca Marsillach, ni Pedro Osinaga, encuentran su espacio. Ah, Adela Armengol, la sirvienta, está para darle el Premio Max.
Enrique Centeno













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