viernes, 25 de marzo de 2011

Artaud recuerda a Hitler y el Romanische café ***

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Autor: Tom Peuckert. I
Intérprete: Martin Wuttke.
Dirección: Pau Plamper.
Compañía Berliner Ensemble.

Teatro: La Abadía. (3.9.2001) (Festival de Otoño).
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Delirios de un loco


Demente, visionario y anarquista, Antonid Artaud arrastró durante los últimos años de su vida (murió en 1948) trastornos mentales y físicos, miseria y gestos propios de lo que solemos considerar un loco. Su imagen física, melenudo, flaco y de inquietante mi-rada, hospedado en un sórdido local donde murió al pie de la cama mientras se calzaba en la más completa soledad, no tiene mucho que ver con esta obra de pequeño forma-to que nos trae el Berliner. Los recuerdos imaginados por Artaud sobre un encuentro con Hitler, sus reflexiones sobre el poder, los escuchamos amplificados y procedentes de una aséptica pecera rectangular y hermética donde un también pulcro personaje in-terpreta los últimos momentos del genio. Posee el actor Wuttke una energía enorme, y es capaz de transmitirla al público desde las limitaciones del espacio, en el que incluso rara vez puede vérsele de cuerpo entero. La iluminación y el encuadre logrado con la escenografía es lo más parecido a una pantalla de cine, donde se ha suprimido prácti-camente la tercera dimensión para presenciar imágenes planas escuchadas a través de altavoces. Una especie de cine en vivo. Lo cual no deja de ser curioso en una institución como el Berliner Ensemble, al que se acude llamado sobre todo por la búsqueda del es-pectáculo, del teatro épico y de comunicación directa entre actores y espectadores. A pesar de las excelencias indudables del intérprete y de la buena traducción en sobretí-tulos, la ceremonia del personaje no termina de atrapar sino como lección actoral.
Enrique Centeno

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