sábado, 31 de enero de 2009

El burlador de Sevilla o convidado de piedra *

Tres donjuanes en una semana de este mes de febrero. Éste es el más respetado texto de Andrés Claramonte (verdadero autor de El burlador de Sevilla o convidado de piedra, atribuido, tradicionalmente, a Tirso de Molina) . Se sitúa en un ambiente del arrabal, con personajes de chulería, provocadores. Dice el prestigioso director británico, Dan Jemmett, que transcurre en un país desconocido, aunque con una estética de los años 40. Don Juan y sus mujeres -con su Doña Inés–, que exhiben sus largas piernas, bajo las abiertas faldas negras, con bailes de libidinosos tanguistas. Hay también, en un centro avanzado, unas tarimas con escalones brillantes, de líneas iluminadas de club de boîte. Es amante de golpes, de pistolas y navajas, entre los personajes bebidos. El conquistador no termina hundiéndose en el foso entre fuegos del infierno, sino en el de las peleas en los bailes de tango entre sus personajes borrachos de vino. Su más famoso montaje fue el violento Willy, el Niño; ahora lo hace con El burlador.

El principal decorado es una taberna que ocupan macarras y mujeres fáciles, entre contraluces y tinieblas, similares a las del porteño Buenos Aires. La traducción al castellano de la versión, entre nosotros, se debe a Alberto Castrillo-Ferrer. Los personajes hablan entre voces defectuosas -así propuesto-, chillonas y hasta molestas. Versos dictados en forma de prosa: se supone que por modernizar, quizá por pensar que así se entiende mejor o, quién sabe, por huir de esa dificultad. Ésta es mucha versión, diferente, muy original, pero tan largo me lo fiáis.
Don Juan es un tipo sin arte para la seducción con la infiel doña Ana de Ulloa, o con la pescadora fascinante, Tisbea –Marta Poveda interpreta las dos-, conquistada en su propia noche de boda. Ni hay palacio, ni la playa es el agua, ni viene el fuego: no más que el alcohol de los ligones con las ligas de ellas. Aunque don Juan –Antonio Gil- afirme que éstas son las horas mías. Tras pasar los años, Tercer Acto, regresa el huido Sevillano: ahora como un indigente, cojo, sucio, mendigo y reseco. Y, sin embargo, parecen no hacerle caso sus asesinados, sin sus panteones y sin cementerio, cuya escenografía ni siquiera se insinúa. Su aspecto produce asombro. Al contemplar su regreso, los muertos deberían perdonar al condenado Tenorio, ya un miserable recorriendo la miseria y la humillación.
Enrique Centeno.
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Autor: Andrés de Claramonte (Atribuido a Tirso de Molina).
Versión: Dan Jemmett.
Colaboración de Alberto Castillo-Ferrer
Intérpretes: Ester Bellver, Antonio Ferreira,
David Luque, Luis Moreno, Marta Poveda.
Escenografía y vestuario: Dick Bird.
Dirección: Dan Jemmett.
Teatro: La Abadía (22.2.2008).

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