domingo, 1 de mayo de 2011

Miguel Hernández ***

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Autor: Julio Salvatierra.
Intérpretes: Álvaro Lavín, Esteban Pico,
Óscar Sánchez, Paloma Vidal, Susana Hernáiz.
Iluminación: Luis Perdiguero.
Vestuario: Ana Llena.
Dirección: Marina Szerezevsky y Álvaro Lavín.
Compañía: Teatro Meridional.
Teatro: Cuarta Pared. (1.6.2011)
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Aquel cabrero ilustre

Emocionante, escalofriante a veces este recuerdo, homenaje y memoria a nuestro poeta de Orihuela. El material del que parte su autor, Julio Salvatierra, es la propia biografía, triste y trágica, de aquel cabrero autodidacta condenado por el franquismo por “rojo” y muerto en la siniestra cárcel de Alicante abandonado a su tuberculosis. El procedimiento, una especie de vuelta atrás en la que van apareciendo, como fantasmas, sus seres queridos, entre ellos su entrañable amigo, Ramón Sijé, al que dedicaría una de las más hermosas elegías de nuestra literatura (“Yo quiero ser el hortelano/ de la tierra que ocupas y estercolas, compañero”), o la también patética Nanas de la cebollas a su propia mujer, quien amamantaba a su hijo desde la miseria.
    No ha querido el autor recrearse en los versos de Miguel Hernández, que apenas asoman. Es posible que por un prejuicio, queremos decir que para no explotar la ardiente poesía y desnudar más al personaje. Se echan de menos, lo cual no significa que el texto deje de ser magnífico, emotivo, conmovedor.
Lo hacen muy bien todos los intérpretes, en una puesta en escena curiosa, porque mezcla el naturalismo y el minimalismo con dosis muy acertadas, y juega con el tiempo –ya hemos dicho que se trata de una especie de flash-back- muy bien, aprovechando ese juego para introducir elementos humorísticos que relajan y alivian al espectador ante el drama brutal de los últimos años del poeta. El Teatro Meridional no nos proporciona el reparto en el programa de mano, sino la relación de actores. Lo cual nos exime a nosotros de destacar a nadie con su nombre: ya hemos dicho que la compañía, en su conjunto, hace una excelente interpretación, y añadiremos que el trabajo coral es admirable, y que la dirección no ha dejado fisura alguna en el ritmo, el clima y, sobre todo, en capacidad de transmitir, entre la realidad y la ficción, la personalidad de aquel gran hombre al que nos mataron.
Enrique Centeno

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