lunes, 9 de mayo de 2011

El color de agosto ***

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Autora: Paloma Pedrero.
Intérpretes: María Ladera, Olga Goded.
Vestuario: La Gola Teatro.
Dirección: Jaroslaw Bielski.
Teatro: Réplika. (6.5.2011)
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Hace ya más de veinte años que vimos el estreno de El color de agosto. Casi todo desaparecerá, y quedará vivo este color. Sigue siendo, como esperábamos, una gran obra, al igual que la primera de Paloma Pedrero, La llamada de Lauren (1985). Ha tratado en diversas ocasiones a los personajes femeninos, y en la de ahora deja solas a las dos antiguas amigas de la escuela, María y Laura.
    La primera es una triunfadora, pintora cuyos cuadros le han llevado a la riqueza. La ruptura con su amiga, hace ya ocho años, lleva a Laura a buscar y localizar su fracaso, acudiendo falsamente y a través de una agencia, para un supuesto trabajo de modelo. No lo sabe aún el espectador cuando suena la puerta y aparece la fracasada Laura. ¿Pero qué va a ocurrir entre ellas?.
    A unos metros, frente a frente, parecen mirarse en breves palabras. Hay ya entre ellas una invisible mesa de poker con dama de diamantes y de picas. Dramáticamente, es un fuerte atrevimiento el de Paloma, que deberá mantener la tensión durante toda la representación. Pero sabe muy bien montar los diálogos. No necesita el recurso de los monólogos, tan frecuente, sino un riquísimo juego de barajas, donde las cartas salen con trampas, con verdades, arrepentimientos, amores de corazón y  marcadas de trébol -el hombre robado por la triunfadora, fuera de escena y a quien oímos en mensajes telefónicos-. Con descansos de amor, casi sexual, de discusiones, críticas y hasta una violencia física entre manchas de pintura. Van y vuelven siempre con la carrera dramática tan llamativa.
    La obra necesita una complicada interpretación en las numerosas rupturas, y luchan magníficamente María Ladera y Olga Goded. Claro que subir y bajar, volar o caer en paracaídas es dificilísimo, y debe el director –estupendo Joroslaw Bielski- enchufar, apagar y volver a fundir, para lograr un rítmico electrocardiograma. No se mantiene siempre.
    Durante la función no se oía una respiración, sino el calor del público. (No entendimos qué diablos eran esos golpes de palos arrítmicos y continuos que se realizaban al fondo de la sala). Y cuando terminaba, tras el mutis de Laura, rompió el público con entusiasmados aplausos dedicados el equipo y a la propia autora, que bajó al escenario para recibir los elogios.
Enrique Centeno

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