sábado, 28 de marzo de 2009

Platonov *

Se desconoce el motivo –quizá lo comprendamos- por el que Chéjov dejó sin terminar su obra Pieza inacabada para un piano mecánico. Título que ha sido sustituido por el conocido Platonov, nombre de su protagonista. Tenía 25 años, y no le gustó, ocultándolo hasta el punto de guardarlo en la caja de seguridad del banco. He conocido, ahora, que se halló el manuscrito en 1922. Redactada en 1881, fue su primera obra teatral.
Era el tiempo de un teatro viejo, conservador y aristócrata. Fueron también representaciones de decorados torpes, ante los cuales, los actores eran engolados y recitadores. Chéjov creó, años más tarde, un nuevo teatro, alejado de los melodramas burgueses. Tardó mucho tiempo en encontrar la salida a ese arte que le apasionaba.
Se pone en marcha con su segunda obra, La gaviota (1895), veinticuatro años después de lo que había escondido. (Años atrás, se le ocurrió una pequeña obra, un monólogo divertidísimo, burlador: El daño que hace el tabaco (1886), así como otros juguetes). Nació un nuevo sentido de mirar su mundo, personajes de la vida común, con sus problemas populares, la pobreza y la poética interna entre la oscuridad. Así nació el Nuevo Arte, de Stalinslavski, junto a Chéjov, y cuyo emblema fue, precisamente, el dibujo de una gaviota.
Sus títulos están, continuamente, en las carteleras de todo el mundo. Aquí, hemos podido ver, repetidamente, todos sus obras. No Platonov. En esta iniciada obra, muestra un mundo de la clase poderosa, entre cenas, fiestas con enfrentamientos, cinismos e infidelidades. No se reconoce a Chéjov. Este personaje, Platonov -lo hace excelentemente Pere Arquillué-, suma el amor con la pasión herida, la posesión de todas las mujeres. Su enamoramiento cercano, lo siente hacia su propia esposa -cómo no, magnífica Carmen Machi- y, alrededor, la adúltera mujer de su amigo –Elisabeth Gelabert, estupenda- y la aristócrata lubricadora, fuente de cuerpos -muy bien creado este personaje por Mónica López-. En la pasión, el director crea escenas asombrosas, en cuyas atracciones se llega hasta un ridículo espacio donde, vestidos, se comen, no se sabe si el sexo de ella o las hierbas del campo de cabras.
Preferiría no haber visto este Platonov.
El mejor Chéjov que jamás he visto, fue en una escenografía impresionante, inolvidable, que hizo Gerardo Vera en El jardín de los cerezos, precisamente, en este mismo teatro María Guerrero, en 1984. Y el escenógrafo ha hecho un trabajo vulgar en Platonov, con elementos de adornos modernistas y “patas” de telas horrorosas.
Aquél espectáculo lo dirigió José Carlos Plaza, ese gran director de actores, con lecciones en los ensayos, ayudando, enseñando. En esta obra, debería Vera hacer sólo el decorado. En las acciones, le encantan las pasiones físicas, los abrazos forzados, figuras superpuestas a los diálogos, y se aprecia, perfectísimamente, la plástica efectista. Cuenta con un formidable reparto, que lo demuestra a pesar de su obligada farsa.
Enrique Centeno________________________________________
Autor: Chéjov. (Versión, Juan Mayorga).
Intérpretes: Toni Agustí, Pere Arquillué,
Sonsoles Benedicto, Jesús Berenguer, Pep Cortés,
Gonzalo Jordi Dauder, Raúl Fernández,
Antonio de la Fuente, Elisabet Gelabert, Mónica López,

David Luque, Carmen Machi, Antonio Medina,
Paco Obregón, María Pastor, Andrés Ruiz,
Roberto San Martín, Yuri Sídar.
Escenografía: Max Glaenzel y Estel Cristià.
Vestuario: Alejandro Andújar.
Música: Luis Delgado.
Iluminación: Juan Gómez Cortejo.
Dirección: Gerardo Vera.
Teatro: María Guerrero (CDN).

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