jueves, 30 de junio de 2011

Mythos ****





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Autores: Henrick Nord y Odin Teatret.
Intérpretes: Kai Bredholt, Roberta Carreri, Jan Ferslev,
Tage Larsen, Iben Nagel Rasmussen, Julia Varley, Torgeir
Wenthal, Frans Winther.
Dirección: Eugenio Barba (Odin Teatret).
Teatro: La Abadía. (1.11.2000 (Festival de Otoño)
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Un ritual sin tiempo ni espacio


Un ritual sin tiempo ni espacio

Deambulan por el espacio rectangular –gradas a dos de sus lados- algunos de los referentes de nuestra cultura, los grandes mitos del pasado revividos en una situación de hoy. La condena de Sísifo al trabajo inútil; la de Edipo sin ojos, vagando por su amor incestuoso; la Medea matadora de sus propios hijos; el audaz Orfeo, visitante de los infiernos... Han aparecido todos –con Ulises, con la Casandra de vaticinios inútiles, con Dédalo- al conjuro de un velatorio, el de un viejo guerrillero comunista que intentó la sublevación en Brasil en el primer tercio del siglo.
    Se transforma el espacio en arena, tal vez en mar o en el mismo orbe, y sobre ella deambulará el soldado idealista Guilhermino en busca de la libertad, con un bandoneón en el que interpreta La Internacional o con el que canta A desalambrar, aquella canción revolucionaria uruguaya (el espectáculo está expresamente dedicado a Atahualpa del Cioppo, creador de la compañía El Galpón, caracterizada por su beligerancia con la dictadura de aquel país). A partir de aquí, el ritual, la ceremonia del encuentro, la tragedia de la imposibilidad. Lo que Eugenio Barba crea es, una vez más, la unión del espacio y del tiempo a través de un trabajo actoral sublime, un equilibrio desgarrado y unas imágenes de tal dimensión que pueden abstraernos, en efecto, de cualquier referencia temporal para mirar todo aquel portento desde una extraña distancia donde lo cotidiano se mezcla con lo ancestral.
    No es fácil explicarlo: hay que verlo, conmocionarse en La Abadía, porque el Odin Teatret, una de las formaciones más importantes del mundo, hace unos trabajos, siempre bajo la dirección de Barba, cuyo “teatro antropológico” no se parece nada a ningún otro.
    Otro elemento que causa asombro es la impresionante preparación actoral, el equilibrio corporal y vocal, el dominio de cualquier técnica para encararse a los más arriesgados momentos, por mucho que los ingenios escenográficos, sorprendentes en su sencillez, apoyen esta ceremonia de amor y muerte, de imposibilidad y de esperanza. Este es uno de esos espectáculos en los que el teatro recobra su valor de reflexión, de conmoción, de provocación.
Enrique Centeno



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