sábado, 4 de julio de 2009

La tortuga de Darwin ***

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Autor: Juan Mayorga.Intérpretes: Carmen Machi, Vicente Díez,
Susana Hernández, Juan Talavera.
Escenografía: José Luis Raymond.
Vestuario: Ikerne Giménez.
Iluminación: Paco Ariza.
Dirección: Ernesto Caballero
Teatro: la Abadía (31.1.2008).
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A La tortuga de Darwin, bien podría añadirse “La verdadera historia de nuestra Historia”. Recorrió el mundo, en el 2006, la noticia de la muerte del más viejo de la Tierra, que causó una profunda tristeza. Se llamaba Harriet, que sobrevivió durante 174 años. Darwin, la primera persona a la que conoció, había fallecido hacía más de un siglo. Al dramaturgo Juan Mayorga, la Historia y la Filosofía le inspiran, frecuentemente, en sus escrituras, como El sueño de Ginebra (1996), Cartas de amor (1999), Himmelweg (2004), Hamelín (2005), o Animales nocturnos (2006). Aquí crea una fantasía, en la que el inteligente caparazón aparece, el último día de su vida, en el despacho de la casa de un historiador. Se le recibe con la displicencia e incomprensión de este sujeto, quien termina por comprender que, efectivamente, se trata de una viejísima tortuga. Le asegura que, gracias a su permanente memoria, podrán corregirse en los libros graves equivocaciones o falsedades sobre los verdaderos hechos de la humanidad.
El encuentro produce un inmediato interés del público, entre el humor y la ironía que introduce Mayorga con las historias y su visión política. El Profesor, tras discusiones, va corrigiendo el manuscrito, como investigador, gracias a los testimonios auténticos de Harriet. Una memoria que desea declarar nuestro galápago antes de morir. Este personaje lo construye Carmen Machi de un modo impresionante; con una ternura en la que la tortuga parece sacar del caparazón su sabiduría, y hasta su corazón amoroso: es una escena final la que produce al público unos instantes de silencio.
La conversación transcurre como un resumen o paseo por los 174 años que vivió la tortuga. Y se van mencionando las guerras, las violencias y los crímenes del hombre. A veces comunica memorias demasiado evidentes que causan cierto cansancio, parecido a una clase en las aulas de los estudiantes. Harriet y el investigador van viajando desde Napoleón, por la fracasada revolución o la guerra civil española (citada en dos ocasiones la masacre del bombardeo de Guernica), o la caída del Muro de Berlín.
Ernesto Caballero dirige muy bien la función, con las limitaciones forzosas y humildes de la escenografía. Y han sido elegidos excelentes actores, con una interpretación excepcional, a quienes ha dirigido en otros montajes. La tortuga, Carmen Machi, es un animal cuya vida solo puede dársela una gigante actriz. Lo es desde hace varios años: cómo no recordarla en este mismo teatro de La Abadía cuando se inauguró -en 1992- bajo la dirección de José Luis Gómez ante Valle-Inclán. Con ella están también formidables Vicente Díez (el Profesor) y el resto: Susana Hernández (la esposa) –Premio Miguel Mihura, en 2007- y Juan Calos Talavera (el Doctor).
El espectáculo -ya hemos indicado que el texto se alarga- se retrasa en la terminación. Precisamente se anuncia el drama final, con minutos que provocan la tristeza, el drama. Tras unos instantes de silencio, el público comienza sus grandes aplausos.
Enrique Centeno

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