jueves, 5 de marzo de 2009

El hombre almohada **

Fuerte violencia y crueldad, este personaje de origen desconocido contiene también una tierna poética. Se encuentra en un mundo perdido en el que que se siente una víctima. Piensa ser un escritor de cuentos, numerosos de ellos guardados en la mente, como en su archivo creado tras su única publicación. Sus obras son siempre historias de terror, de crímenes, con sangre mezclada con una literatura inteligente, experiencia formalista que contiene, al mismo tiempo, un lenguaje sentimental.
Al autor de esta obra, Martin McDonagh (1970), inglés-irlandés, no se le conoce demasiado entre nosotros. Hace unos años montó Mario Gas, su inolvidable La reina de belleza de Leenane. Obtuvo diversos galardones teatrales; con El hombre almohada ganó el Premio Olivier, y se trasla después al cine, al que también se dedica como guionista. Su escritura y sus argumentos son siempre de violencia y de lucha en la críticas sobre historias reales en su país. Unas técnicas que inició, desde su escasa formación, sobre la fantasía, el examen de un mundo o una sociedad en la que admite la persecución y el crimen como consecuencia. Una brutal dedicación.
El protagonista, KaturianJosé Vicente, buen actor como los demás-, aparece, en la primera escena, sentado junto a una mesa donde dos policías le interrogan acerca de unos asesinatos ocurridos. Le castigan en el lóbrego lugar, tratándole con insultos, desprecio y, finalmente, con golpes físicos.
En una pausa, un policía vigilante queda sólo con Katurian, y siente una cierta intriga sobre sus historias, al escucharle alguna de ellas: accede el preso y le cuenta algunos argumentos breves, bestiales, cuyos finales -más allá del propio Allan Poe- asustan al propio espectador. Va cambiando una especie de juego, una fantasía que retrata los famosos sucesos criminales conocidos por las noticias.
En este calabozo aparecen un turista y, principalmente, el hermano, un enfermo mental, encerrado ya en un sanatorio. McDonagh domina la construcción de personajes, con un realismo que permite tanto la tortura interior como la rebelión exterior, elementos que pueden comunicar, al mismo tiempo, sus sentimientos ingenuos y líricos. Sentimos el anuncio de la lucha a muerte, como dos gladiadores contra las paredes, un poder contra poder con furia y con suicidio.
El director, Denis Raftter, ha montado muy bien y cuenta con actores magníficos, un duro trabajo para conseguir ser verdaderos. Es admirable tanto el actor citado como Javier Magariño y toda la compañía Noctámbulos. Ayuda muy bien una rica iluminación en este teatro negro. Se consigue una perfecta representación. Sólo al acabar la función se tranquiliza el público, saliendo de esta barbaridad, esa normal dedicación del británico-irlandés.
Enrique Centeno
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Autor: Martin McDonagh (Versión de Isabel Montesino).
Intérpretes: José Vicente, Javier Magariño, Gabriel Moreno,
Luis Mariano López, Lourdes Gallardón.
Vestuario: Maite Álvarez.
Escenografía: Damián Galán.
Dirección: Denis Rafter.
Compañía Noctámbulos.Teatro: Círculo de Bellas Artes (21.9.2008)
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