Autor: David Mamet.
Versión de Bernabé Rico.
Intérpretes: Toni Cantó, Emilio Buale,
Bernabé Rico, Montse Plá.Escenografía: Ana Garay.
Vestuario: Alvaro Moreno.
Iluminación: Jose Manuel Guerra.
Dirección: Juan Carlos Rubio.
Teatro: El Matadero. (15.12.2010)
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Cuentan que en Nueva York el estreno de Razas causó fuertes tensiones e indignaciones. Aquí se sigue la función como una historia ajena que nos resulta hoy una fantasía. Y tampoco nos entusiasma esta vez la habitual acusación de Mamet hacia la sociedad norteamericana, allí donde un negro ocupa la presidencia del gobierno. Sí fascinaron sus últimos títulos, Noviembre y Glengarry Glen Ross, ambos en la temporada pasada, con la corrupción de la política y del poder económico. Esas cosas sí que nos rodean.
Como en una concha o caparazón blanquísimo, amueblado en metacrilato, contrastan aquí estos potentes personajes en cuanto se encienden las luces. En un perfecto triángulo, dos de ellos, impecables, se enfrentan a un sujeto, sentado, al que interrogan enérgicamente, le insultan, le exigen en sus posibles acusaciones. Durante unos minutos parecen ser dos policías, pero pronto sabremos que estamos en una empresa de abogados que estudian aceptar la defensa del acomodado cliente. Uno de los abogados es negro, Henry Lawson, y el otro blanco, Jack Lawson. Y el acusado, Charles Strickland, de raza blanca, ha acudido aquí pidiendo su defensa sobre la imputación de una supuesta violación a una mujer negra. Aparentemente, entra y sale por el despacho una reciente pasante, Susana, joven y negra: tramposa que inventa y busca la condenación de Strickland. Lo que David Mamet muestra es el enfrentamiento racista. No parece que tenga entre nosotros algún relativismo, y no conocemos directamente esa discriminación o desprecio que sostiene la obra.

Las cálidas coversaciones, durante algo más de una hora, arden en palabras en las que el autor utiliza la burla y la crítica de la abogacía. Con su habitual construcción, no es esta una de las grandes obras de Mamet.
Enrique Centeno
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