lunes, 16 de mayo de 2011

Las más fuertes **

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Autor: Eusebio Lázaro.
Intérpretes: Eusebio Lázaro, Ana Marzoa,
Yolanda Ulloa, Nazareth.
Espacio escénico y dirección: Eusebio Lázaro.
Teatro: Fernán-Gómez. (13.5.2011)
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Hemos visto a Eusebio Lázaro en montajes excelentes, como actor y director de autores desde la tragedia actual hasta Eurípides, pasando por Shakespeare. Aquí ha querido, además, ocuparse de su texto. Lo decimos así porque, en realidad, hemos reconocido que su título, en plural, pertenece al monólogo de August Strindberg, La más fuerte.
   La representación se compone de dos partes. En la primera, veremos a la Señora X -así se llama en el original-, actriz que se encuentra con una compañera -Señorita Y- a quien habla entre ironías, desprecios y violentas críticas. Esta escena la traslada después Lázaro a un ensayo teatral en el que el director –interpretado por él- va indicando sus órdenes; es primero suave y va creciendo en sus correcciones -la segunda actriz apenas dice cuatro frases y luego decide desaparecer-, para ir llegando hasta la dureza y la tiranía entre gritos e insultos. Se va creando, entre el texto del libreto y la ruptura del ensayo, la definitiva separación. Estos dos personajes están unidos, además, como pareja, y aumenta así ese teatro dentro del teatro, que sirve para señalar la sumisión de la mujer. Se hace una alusión al machismo de Strindberg, algo que no nos entusiasma, porque el autor sueco, fracasado en sus tres matrimonios -el último con una actriz que le provocó la equivocada venganza cont ra la mujer-; no refleja este sentimiento común en sus títulos, como muestra en su obra maestra de La señorita Julia. 

    Con ambigüedad teatral, las interrupciones son entre la falsa realidad del texto que se ensaya, y la imaginada actualidad de la pareja. Un lejano Pirandello, creador del metateatro. Lo que ocurre es que el fuerte enfrentamiento descubre esa frustración llena de amargura, y de ahí al odio. Para salvar a la mujer, el argumento terminará con un triunfo en el supuesto estreno, con los saludos finales que veremos nosotros entre bambalinas. En esta pieza hay continuos tópicos entre peleas, visiones y consejos de mando, respuestas de discusiones sobre la biografía de la Señora X y El Director. Nos desinteresan sus relaciones, y es posible que Lázaro quiera representar un mundo que él conoce, y que es a él a quien le importa. No es mucho más, casi un presuntuoso interés por el mundo teatral. Lo que verdaderamente puede lograr su interés es la propia interpretación. Hace un buen trabajo Lázaro en un personaje algo caricaturizado. No es que nos interese el dúo, sino la estupenda interpretación de Yolanda Ulloa, los cambios en la doble fantasía –ensayo y enfrentamiento-, con tanta riqueza que verdaderamente puede evitar el fracaso.
Con Eusebio Lázaro y Yolanda Ulloa
    Y en la segunda pieza nos vamos otra vez al mundo del teatro. Una madura actriz que en su casa, solitaria, monologa sobre su trabajo: le han concedido el gran Premio a la mejor actriz. Entre vaso y vaso de alcohol, va reflexionando y recordando la estupidez de ese famoso mundillo. Ante su armario de ropa, irá cambiando sus vestidos y, finalmente, bebida, aparecerá en la entrega ante la audiencia de la profesión. Es una escena muy divertida en la que se enreda entre frases sinceras y satíricos topicazos de los artistas. Ante el atril, ya definitivamente borracha, le surgen las carcajadas, burlas sobre las falsas mentiras y sus ambiciones de fama, añadiendo el desprecio hacia los políticos que han asistido al acto. Esta locura es un monólogo formidable, nada sencillo, donde Ana Marzoa hace un impresionante juego en el que, verdaderamente, consigue hacer gozar al público, agradeciendo que dicte esta sospechosa realidad acerca de las mentiras, intereses y búsqueda de los votos para los aspirantes. A nosotros nos ha encantado, dentro del naturalismo de esta obra. Son estas dos actrices quienes pueden salvar esta función. Lázaro sabe dirigir e interpretar bien; no debió poner en marcha su propia comedia.
Enrique Centeno

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