martes, 30 de junio de 2009

La señorita Julia ***

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Autor: August Strindberg.
(Versión: Jose C. Plaza-Asperilla).
Intérpretes: María Adánez, Raúl Prieto,
Chusa Barbero.
Música: Luis Miguel. Andrea Szamek (violin),

Scott A. Singer (acordeón).
Escenografía: Andrea D'Odorico.
Iluminación: Juan Gómez.
Vestuario: Andrés Rodrigo.
Dirección: Miguel Narros.
Teatro: Fernán-Gómez. Centro Cultural

de La Villa .(14.3.2008)
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Desde hace quince años no veíamos, de verdad, a La señorita Julia. Se ha intentado, inútilmente, numerosas veces. En esta ocasión se ha utilizado una escenografía estupenda –Andrea D’Odorico-, naturalista, que ilumina sabiamente Juan Gómez. Con excelentes intérpretes: María Adánez (Julia), Raúl Prieto (Juan) y Chusa Barbero (Cristina), a quienes dirige Miguel Narros, un sabio de la puesta en escena y de los escasos directores que trabaja y conoce la dirección de actores.
August Strindberg escribió esta obra en 1888, y suele ser ahora una pretendida creación trasladarlo a la actualidad o a una época desconocida. Son fórmulas en las que el decorado, el vestuario, el atrezzo y el estilo general, huyen de aquella historia de hace 120 años, en espacios huecos, con pantalón de tienda o cosas similares. En este caso, no tengan miedo.
Fue entonces, cuando el sueco Strindberg creó a esta Julia, cuya propia vida estaba amargada, con experiencias desastrosas en sus sucesivas parejas. Mezcla un hábil humor con este fondo dramático. Relaciones de infidelidad -la del criado- y la frivolidad sexual –la señorita-, que le permiten su deseada venganza. Y el comportamiento de las dos clases sociales.
La noche de San Juan comienza fríamente con la llegada de Julia a la cocina de su mansión señorial, despreciando y burlándose –ya bebida y frustrada- del atractivo criado. Se va organizando un juego, poco a poco, hasta ser la libidinosa señorita la que se conduce al enfrentamiento. Es un viaje en el que la magistral escritura es capaz de llegar de lo blanco a lo negro, desde la provocación hasta el deseo, del final del túnel anillado hasta la destrucción erótica y social. Fue una lección dramática, quizá insuperable entre textos y acciones. Un magnífico trabajo de María Adánez y de Raúl Prieto que, frente a frente, van creando la transformación de los personajes en momentos fascinantes.
La Señorita Julia ha pasado al teatro contemporáneo; durante una breve noche los dos cambian sus funciones: bajada humillada y subida portentosa. Es este drama político el que sirve al autor para atacar la moralidad y la lucha de clases de su siglo XIX. Lo cual aprovecha Strindberg para sacar a luz sus propias desgracias y sentimientos. ¿Cómo se atreven algunos directores a representarlo como una actualidad? La grande es, precisamente, el valor del pasado y su permanencia de hoy.
Apoya este reparto la engañada cocinera, como siempre perfecta, Chusa Barbero. María Adánez hace una interpretación espectacular, en la que va duplicando a Julia, una transformación genial. A Raúl Prieto le han enseñado muy bien el viaje, desde la sumisión hasta su marcha de la cocina.
Enrique Centeno

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